Evangelio de hoy

SÁBADO DESPUÉS DE CENIZA

Evangelio según San Lucas 5, 27-32

“Yo no he venido a llamar a justos, sino a pecadores”

Jesús salió y vio a un publicano llamado Leví, que estaba sentado junto a la mesa de recaudación de impuestos, y le dijo: “Sígueme”. Él, dejándolo todo, se levantó y lo siguió. Leví ofreció a Jesús un gran banquete en su casa. Había numerosos publicanos y otras personas que estaban a la mesa con ellos. Los fariseos y sus escribas murmuraban y decían a los discípulos de Jesús: “¿Por qué ustedes comen y beben con publicanos y pecadores?”. Pero Jesús tomó la palabra y les dijo: “No son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos. Yo no he venido a llamar a justos, sino a pecadores, para que se conviertan”. Palabra del Señor.

Meditación

     Vía de misericordia, senda de justicia. El Papa Francisco había dicho que somos pecadores, no corruptos; y llamó a frenar la guerra, “nunca más la guerra”. Son necesarios los contextos para comprender que misericordia y justicia no se oponen. En el fondo, Cristo apela al corazón humano.

     “El amor de Dios recrea todo, hace nuevas todas las cosas. Reconocer los límites, las propias debilidades, constituyen el punto de partida que abre la puerta al perdón, de su amor misericordioso que puede recrearnos. Nos abrimos a la verdad y reconocemos nuestros desaciertos, nuestros pecados; entonces hacemos experiencia de Aquel que ha venido, no para los sanos sino para los enfermos, no para los justos sino para los pecadores” (marzo, 2014). Abrimos el corazón a la Verdad y entra el Salvador a nuestras vidas. Sólo la fidelidad de Jesús es capaz de la verdadera novedad, no de aquellas novedades que busca el espíritu del mundo, la mundanidad. Se trata de la plenitud del ethos (ética) en la que se realiza el sentido mismo del ser humano, más allá de los preceptos, mandamientos y prohibiciones. La moral de las bienaventuranzas, por ejemplo.

     ¿Y los criminales y corruptos, mal vistos pero aceptados por intereses? “Los que llevan el pernicioso vestido de sus ofensas y están oprimidos por las cadenas de sus pecados, escuchen la voz del profeta que dice: «Lávense, purifíquense, quiten de delante de mis ojos las maldades de su alma»( Is 1,16), de modo que los aclame el coro de los ángeles: «Dichoso el que es perdonado de su culpa, y le queda cubierto su pecado»( Sal. 31,1)” (San Cirilo, Cat. baut).

¡Dichoso el que camina en la ley del Señor!

Dicho el que, con vida intachable,

camina en la ley del Señor;

dichoso el que, guardando sus preceptos,

lo busca de todo corazón. R/.