Evangelio de hoy

VIERNES DE LA SEXTA SEMANA DE PASCUA

Evangelio según San Juan 16, 20-23a

“Tendrán una alegría que nadie les podrá quitar”

A la Hora de pasar de este mundo al Padre, Jesús dijo a sus discípulos: “Les aseguro que ustedes van a llorar y se van a lamentar; el mundo, en cambio, se alegrará. Ustedes estarán tristes, pero esa tristeza se convertirá en gozo. La mujer, cuando va a dar a luz, siente angustia porque le llegó la hora; pero cuando nace el niño, se olvida de su dolor, por la alegría que siente al ver que ha venido un hombre al mundo. También ustedes ahora están tristes, pero yo los volveré a ver, y tendrán una alegría que nadie les podrá quitar. Aquel día no me harán más preguntas”. Palabra del Señor.

Meditación

En la época de Cristo se creía que precederán a los últimos tiempos grandes tribulaciones y sufrimientos espantosos con muchas violencias. Pero luego las alegrías del tiempo futuro vendrán. La imagen de los dolores de la mujer embarazada que dará a luz, se usaba para explicar el paso por las tribulaciones, aunque esos dolores tan intensos serán breves. Y pasarán los dolores y sufrimientos cuando nazca la criatura. Una vez nacida la criatura, la mamá se olvida por lo que pasó, porque a quien le tiene delante vale muchísimo más que todos los padecimientos posibles que una persona sufra en toda su historia.

¿Por qué los de la Iglesia sufren, y los del mundo gozan? La causa principal de la tristeza sería la soledad en medio del mundo, de creyentes que sin ser del mundo deben vivir en el mundo, rechazados y odiados por ser seguidores del Señor. El mundo es incapaz de amar aquello que no es suyo ni a quienes no son de los suyos, pues el discípulo con su forma de ser denuncia contra su seguridad y autosuficiencia. Los del mundo, centrados en sí mismos, son autorreferenciales, soberbios, envidiosos, codiciosos y avaros. El creyente es generoso, ama siempre y a todos, con humildad.

Ya no hará falta preguntar nada, porque habrá certeza, comprendiendo toda la Verdad (cf. Jn 16,12-15). Por tanto, Jesús ya no será desconcertante como lo fue antes, ya no habrá incomprensión ante el misterio, al tener todo aclarado con el gran Amor de Dios activo como un gran fuego de gozo en nuestra interioridad. Además, es el Espíritu Santo quien irá dándonos a conocer todo lo necesario para nuestra salvación y del mundo entero, con el auxilio de su Palabra. La característica de esta alegría llevará a no tener más interrogantes, pues todo se entenderá desde el amor y la misericordia. ¡Qué alegría!

Perdón Señor por nuestras incomprensiones, por nuestra poca fe; porque nos cuesta dar una mirada de fe a los dolores y sufrimientos de cada día. Ayúdanos a darle a la cruz de cada día sentido de Pascua, de Redención, ya que ella es la llave para entrar al cielo, pero viviendo nuestro peregrinar con gozo porque miramos nuestro destino final. Gracias por estar con y en nosotros, por regalarnos la alegría de tu Amor misericordioso para compartir con los demás lo hermoso y maravilloso que es llevar una buena vida cristiana. Amén.