SEAMOS CONSTRUCTORES DE ESPERANZA Y DE PAZ

Hermanas y hermanos en Cristo:

Este cuarto domingo de Pascua nos invita a profundizar en la figura de Cristo Resucitado, al que hoy el evangelio de San Juan presenta como el Buen Pastor. La Iglesia universal nos propone una Jornada Mundial de oración por las vocaciones, con el lema: llamados a sembrar la esperanza y a construir la paz. En tanto que la Iglesia en el Paraguay celebra del Día del Obispo.

La parábola del buen Pastor nos enseña, que la Iglesia de Cristo es como un rebaño espiritual, conducidos por un solo Pastor (Cristo), vive la misma vida sobrenatural (la gracia) y se alimenta en los mismos pastos (palabra de Dios y sacramentos).

El Papa Francisco nos recuerda: los Obispos han de ser Pastores, capaces de sostener con amor y paciencia los pasos de Dios en su pueblo. Y el sitio del Obispo para estar con su pueblo es triple: o delante para indicar el camino, o en medio para mantenerlo unido y neutralizar los desbandes, o detrás para evitar que alguno se quede rezagado. (Discurso, Río de Janeiro, 2013). Recen por nosotros, los Obispos del Paraguay.

Hoy, la Iglesia nos pide rezar por las vocaciones sacerdotales y religiosas, y contribuir al sostenimiento de su formación. Pero también necesitamos orar por la vocación a constituir una familia, seno de donde salen todas las vocaciones. Dios mismo necesitó una familia para cumplir su misión redentora. En la Iglesia, somos sacerdotes, diáconos, religiosos y religiosas, obispos, porque en nuestra familia se nos ha nutrido de la leche buena de la palabra de Dios y del testimonio amoroso de nuestros padres, quienes con su ejemplo de vida nos han conducido por el camino de la fe cristiana.

La mies es mucha y los obreros son pocos. El campo donde esparcir y cultivar la semilla de la Buena Noticia es extenso. El Señor necesita más obreros del evangelio, sacerdotes, diáconos, religiosos y religiosas, agentes de pastoral laicos, que se entreguen plenamente al servicio de nuestro pueblo para que el evangelio llegue a todos y que las ovejas puedan ser conducidas a verdes praderas y alimentarse del pasto de la palabra de Dios y puedan acceder a la gracia santificante de los sacramentos, sobre todo a la eucaristía, por medio de los ministros ordenados.

Recemos también por las vocaciones sacerdotales y religiosas. En el mensaje para esta Jornada, el Papa Francisco se dirige especialmente a los jóvenes: déjense fascinar por Jesús, plantéenle sus inquietudes fundamentales. A través de las páginas del Evangelio, déjense inquietar por su presencia que siempre nos pone beneficiosamente en crisis. Él respeta nuestra libertad, más que nadie; no se impone, sino que se propone. Denle cabida y encontrarán la felicidad en su seguimiento y, si se los pide, en la entrega total a Él. (Mensaje 2024).

A la luz de estas palabras del Santo Padre, quisiera expresar nuestra cercanía espiritual y paternal afecto, así como nuestra admiración y respeto a los jóvenes universitarios de nuestro país que, en estos días, nos han mostrado, con la vitalidad, fuerza y alegría que les caracteriza, una lección de civismo y su preocupación activa por el bien común.

Les agradezco la oportunidad de escucharlos y poder sentir que estamos ante una juventud que no solamente demuestra inteligencia y conocimiento, sino también la capacidad de empatía y solidaridad con los sectores más necesitados de la sociedad que, en muchos casos, afecta a sus propios compañeros y a sus familias.

Valoramos su apertura al diálogo constructivo, como camino para la búsqueda de soluciones de mediano y largo alcance para los problemas estructurales que padece nuestra sociedad, en especial en el ámbito de la educación. Les alentamos a seguir trabajando, sin desfallecer, por sus sueños e ideales, y por el bien común de la sociedad, para la vida digna de nuestro pueblo.

Exhortamos vivamente a las autoridades competentes que los escuchen con seriedad y responsabilidad como en la última reunión. Los jóvenes saben lo que necesitan y conocen sus derechos y obligaciones. Del diálogo no solo deben salir respuestas concretas, viables y válidas para una crisis coyuntural, sino que puede constituirse en una valiosa oportunidad para establecer políticas públicas, políticas de Estado, que apuntalen el bien común.

Junto con el Papa Francisco les invitamos a ser constructores de esperanza y de paz. Este es, en definitiva, el propósito de toda vocación: llegar a ser hombres y mujeres de esperanza. Como individuos y como comunidad, en la variedad de los carismas y de los ministerios, todos estamos llamados a “darle cuerpo y corazón” a la esperanza del Evangelio en un mundo marcado por grandes y graves desafíos: el avance amenazador de una tercera guerra mundial a pedazos; las multitudes de migrantes que huyen de sus tierras en busca de un futuro mejor; el aumento constante del número de pobres; el peligro de comprometer de modo irreversible la salud de nuestro planeta. Y a todo eso se agregan las dificultades que encontramos cotidianamente y que, a veces, amenazan con dejarnos en la resignación o el abatimiento.

En nuestro tiempo es, pues, decisivo que nosotros los cristianos cultivemos una mirada llena de esperanza, para poder trabajar de manera fructífera, respondiendo a la vocación que nos ha sido confiada, al servicio del Reino de Dios, Reino de amor, de justicia y de paz.

Que así sea.

Asunción, 21 de abril de 2024.

+ Adalberto Cardenal Martínez Flores

Arzobispo Metropolitano de Asunción