SANTA MISA

Hospital Neuropsiquiátrico

HOMILÍA

Queridos hermanos y hermanas:

Hoy celebramos el Jubileo de los Enfermos bajo el lema “Peregrino de Esperanza”. En este hospital, donde la vida se vuelve más frágil, recordamos que Dios no se aleja del dolor, sino que lo habita. Jesús no vino a quitar la cruz, sino a caminar con nosotros bajo su peso, para que el sufrimiento no nos destruya, sino que nos transforme.

San Camilo de Lelis, que padeció sus propias enfermedades, descubrió en cada enfermo el rostro de Cristo. Decía: “Pongan más corazón en las manos.” Su vida nos enseña que el dolor, abrazado con amor, se convierte en fuente de consuelo para otros.

El profeta Joel nos habla de un pueblo que sufre, pero no se resigna. Los convoca a reunirse, a llorar, a clamar al Señor. En medio del dolor, nace la esperanza. Así también nosotros, cuando rezamos y compartimos juntos, encontramos fuerza en la comunión. Santa Teresa de Lisieux, enferma de tuberculosis, comprendió que podía amar incluso desde su cama. Decía: “En el corazón de la Iglesia, yo seré el amor.”

El salmista proclama: “El Señor juzgará el orbe con justicia.” Pero su justicia es misericordiosa. San Juan Pablo II, en su enfermedad, mostró al mundo la dignidad del sufrimiento vivido con fe. Cada enfermo puede decir con él: “Cristo no me quita la cruz, la carga conmigo.”

El Evangelio de Lucas y San Juan de Dios: Cristo que sana y libera

En el Evangelio de Lucas (11,15-26), Jesús expulsa el mal con el poder de Dios. Nos enseña que el amor y la fe vencen toda oscuridad. San Juan de Dios, que conoció la enfermedad mental, fue sanado por Cristo y dedicó su vida a cuidar enfermos olvidados. Jesús quiere entrar también en nuestra casa interior, limpiar y llenar de paz lo que está herido.

El Papa Francisco nos recuerda: “La enfermedad nunca debe hacernos perder la esperanza. Dios está siempre con nosotros; nos toma de la mano, nos acompaña y transforma nuestras heridas en fuentes de luz.” Cuidar a un enfermo es tocar la carne de Cristo. Cada gesto de ternura, cada cuidado, es una caricia de Dios.

José Gregorio Hernández: El médico de los pobres

Recordamos hoy al próximo santo venezolano, el doctor José Gregorio Hernández, conocido como “el médico de los pobres”. Nació en Isnotú, Estado Trujillo, Venezuela, el 26 de octubre de 1864, y falleció en Caracas el 29 de junio de 1919, a los 54 años de edad, mientras ayudaba a un enfermo. Su vida fue un testimonio de fe, ciencia y caridad. Y el 13 de junio de 2025 se decretó oficialmente que su canonización será el 19 de octubre de 2025, junto con la beata Carmen Rendiles. Su ejemplo nos recuerda que servir a los enfermos es servir a Cristo mismo.

Chiquitunga: Luz en medio del sufrimiento

También recordamos a nuestra beata paraguaya, María Felicia de Jesús Sacramentado (Chiquitunga). Desde su enfermedad, irradiaba serenidad y alegría. Escribió: “Quiero que todo se sature de Cristo y, donde quiera que sea, dejar un rayito de su luz.” Al morir, sus últimas palabras fueron: “Jesús, te amo. ¡Qué dulce encuentro! ¡Virgen María!” Su vida nos enseña que la cruz no apaga la esperanza, la hace brillar.

Peregrinos de esperanza

El Jubileo de los Enfermos nos invita a reconocernos como peregrinos de esperanza. No caminamos solos: Cristo camina con cada uno en su dolor, sosteniéndonos con su amor. El sufrimiento no es el fin, sino el umbral de una vida nueva. La cruz no nos destruye, nos eleva. Desde ella, Jesús nos dice: “Padre, en tus manos pongo mi espíritu.” Que también nosotros podamos decir: “Señor, confío en Ti.”

Como lo expresa el Papa León XIV en su exhortación apostólica Dilexi te, firmada el 4 de octubre de 2025 y publicada el 9 de octubre del mismo año, el cristiano no puede separar la fe del amor hacia los pobres. En el rostro de los más necesitados encontramos el corazón de Cristo, y servir a los pobres es parte esencial del Evangelio. Este mensaje ilumina nuestro Jubileo de los Enfermos: creer es amar, y amar es cuidar con ternura a quienes más lo necesitan.

Señor Jesús, médico del alma y del cuerpo, mira con ternura a quienes sufren. Danos la gracia de reconocerte en cada enfermo y enséñanos a transformar el dolor en amor. Que María, Salud de los enfermos, San Camilo, Santa Teresita, San Juan Pablo II, San José Gregorio Hernández y nuestra querida Chiquitunga intercedan por nosotros. Que nunca perdamos la alegría de creer.

Amén.

+ Adalberto Card. Martínez Flores

Arzobispo Metropolitano