LLAMADOS Y ENVIADOS A SER CONSTRUCTORES DE ESPERANZA, Y ANTÍDOTO CONTRA LA CORRUPCIÓN

Hermanas y hermanos:

Este es el domingo en que Dios nos llama a una misión y nos da las claves en las lecturas proclamadas y que acabamos de escuchar.

En la primera lectura, Dios llama a Isaías y lo constituye profeta, a pesar de su condición frágil y pecadora: “¡Ay de mí!, estoy perdido, porque soy un hombre de labios impuros, que habito en medio de un pueblo de labios impuros…”

Pero a sus elegidos, el Señor les ofrece las condiciones que necesitan para cumplir su misión, si deciden aceptar la voluntad de Dios. Aquí estoy Señor, envíame.

Esto mismo ocurre con Pablo de Tarso que, de perseguidor de la Iglesia, se convierte en el gran Apóstol de los, paganos, alejados de la fe. Soy como un aborto, expresa, nacido de nuevo y prematuramente. Nacimiento en la fe en Jesús. También él se consideraba indigno de la gran misión para la que el Señor le llamó, pero, con humildad, se abre a la voluntad de Dios y se deja transformar: “Sin embargo, por la gracia de Dios, soy lo que soy, y su gracia no ha sido estéril en mí; al contrario, he trabajado más que todos ellos, aunque no he sido yo, sino la gracia de Dios, que está conmigo.

”Y, finalmente, en el Evangelio se da el gran llamado a Pedro y a los demás apóstoles, simples e ignorantes pescadores, para que sean sus discípulos y columna sobre la cual se asentarán las bases de la Iglesia, para ser instrumentos de la buena noticia de la salvación y testigos calificados de que el reino de Dios está presente y operante en el mundo. El Señor llena la barca de nuestras vidas con la plenitud de su providencia, ya pesar de nuestras incredulidades.

También la Iglesia, nosotros seguidores del Maestro, estamos llamados por Dios para cumplir una misión aquí y en este tiempo, continuando con la misión profética de Isaías, la predicación de Pablo y el liderazgo de Pedro para conducir la Iglesia en el cumplimiento de su misión de llegar con la luz del evangelio al corazón de los hombres y mujeres, que conozcan al Señor, que escuchen y acepten sus enseñanzas y así hacer realidad el Reino de Dios y su justicia en la humanidad, en todos los tiempos.

Hoy estamos llamados a ser profetas, enviados de Dios, para iluminar con el Evangelio y la Doctrina Social de la Iglesia los tiempos difíciles que vive nuestra querido pueblo paraguayo, que adoptó el sistema republicano y democrático para gobernarse, pero que sufre, el cuerpo social, graves amenazas a su institucionalidad por el avance descontrolado de la corrupción, la impunidad y el crimen organizado.

Como Iglesia que peregrina en la Arquidiócesis de Asunción expresamos nuestra preocupación y repudio ante las recientes revelaciones que evidencian un grave manejo de la justicia en el país, que causan un tsunami social cuyo centro de perturbaciones, el epicentro del sismo, es en el ámbito político-judicial.

Las conversaciones extraídas de dispositivos del peritaje judicial develan la corrupción en la que están involucrados algunos miembros del Poder Judicial, el Ministerio Público y el Jurado de Enjuiciamiento de Magistrados (JEM), desnudando, transparentando una vez más, la falta de independencia en la administración de la justicia. Los chats también revelan negociaciones ilegitimas que afectan la lucha contra la corrupción, el crimen organizado, el narcotráfico, tráfico de influencias y otros delitos que golpean a nuestra sociedad. Que entorpecen y envilecen, los esfuerzos, que sí existen, de sanear de corrupciones la administración pública por el bien del país.

La corrupción traiciona “los principios de la moral y las normas de la justicia social; compromete el correcto funcionamiento del Estado, influyendo negativamente en la relación entre gobernantes y gobernados; introduce una creciente desconfianza respecto a las instituciones públicas, causando un progresivo menosprecio de los ciudadanos por la política y sus representantes, con el consiguiente debilitamiento de las instituciones” (Pontificio Consejo Justicia y Paz, 2005: 411).

Exhortamos a una investigación severa e imparcial por parte del Ministerio Público sobre los hechos de corrupción denunciados, sancionando debidamente a los causantes o culpables. La depuración de las instituciones involucradas, garantizando que jueces, fiscales y miembros del Jurado de Enjuiciamiento de Magistrados actúen con independencia y transparencia. Por el bien de nuestras instituciones poner fin a la injerencia política en la justicia, que socava la institucionalidad y debilita el estado de derecho. “Necesitamos dirigentes que vivan con pasión su vocación política como servicio al pueblo, solidarios con sus sufrimientos y sus esperanzas; es decir, ser políticos que antepongan el bien común a sus intereses privados, que no se dejen amedrentar por los poderes invisibles, que estén abiertos a escuchar y aprender en el diálogo democrático, que combinen la búsqueda de la justicia con la misericordia y la reconciliación.

No podemos permanecer callados e indiferentes ante el monstruo de la corrupción y de la impunidad que devora en vórtices inmorales, no solo los recursos públicos necesarios para atender las necesidades básicas de la gente, sino que también está debilitando a niveles críticos las instituciones de la República, los Poderes del Estado y la vigencia de la Constitución y de las leyes para el correcto funcionamiento de la institucionalidad democrática.

Estamos llamados a dialogar y consensuar sobre los graves y urgentes temas nacionales con la mirada puesta en el bien común y la promoción humana integral, en el marco del respeto irrestricto a la Constitución Nacional y el sistema legal vigente. Es urgente pasar a la acción, trabajar juntos por el Paraguay que queremos y necesitamos.

Como Isaías, como Pablo, como Pedro, somos llamados y enviados para cumplir una misión. Hoy, nuestra misión es actuar con patriotismo, como bautizados y como ciudadanos, a ser antídotos contra la corrupción y comprometernos, desde el lugar en que estemos y la posición que ocupemos en la sociedad, a ser constructores de esperanza como activos agentes para la transformación social, mediante el saneamiento moral de la nación.

Esta mañana el Papa Francisco en la Misa, en la Plaza de San Pedro, del Jubileo de las fuerzas públicas de seguridad, de los militares y policías, nos decía: Vigilen contra la tentación de cultivar un espíritu de guerra; vigilen para no ser seducidos por el mito de la fuerza y el ruido de las armas; vigilen para no contaminarse nunca por el veneno de la propaganda del odio, que divide el mundo en amigos a los que defender y enemigos a los que combatir. Sean, en cambio, testigos valientes del amor de Dios Padre, que quiere que seamos todos hermanos. Y, juntos, caminemos para construir una nueva época de paz, de justicia y de fraternidad.

Asunción, 9 de febrero de 2025

+ Adalberto Card. Martínez Flores