Así, en Cana de Galilea, en una Boda, Jesús comenzó sus signos, manifestó su gloria y creció la fe de sus discípulos en él. (Jn 2,1)
Vivir en Cristo. 2Cor. 5,17: quien vive en Cristo es una nueva criatura…….. cómo en la familia de Nazareth aprendemos a observar, a escuchar, a meditar, a aprender el sentido profundo y misterioso de esta sencilla, humilde y bella manifestación del Hijo de Dios entre los hombres.
En la familia que vive en Cristo, donde los padres se alimentan de la Divina Misericordia por la comunión de amor entre ellos, en la oración constante, de la meditación de la Palabra, de los Sacramentos. Los padres nutren y educan a los hijos en la fe, en los valores evangélicos, para ser guía y orientación en el peregrinar de la vida. Las familias que testimonian el buen vino del Espíritu. Escuela de diálogo y perdon. Ayuda y testimonio para otras familias o para jóvenes generaciones huérfanos de vínculos familiares y del sentido de la vida, son promotoras del bien social y defensoras y protectoras de la vida.
Pero lejos de reflejar la familia de Nazaret están, aquellas familias que padecen el debilitamiento de la fe y de la poca práctica religiosa. Muchas veces causada por la rutina, el desamor y la discordia. Desmembradas en sus afectos, rotas, quebradas, con las tinajas vacías de amor, alejadas de la ternura y compasión.
La parroquia es familia de familias. Familias que oran y en la sinergia de oración ancladas en la Palabra vivida, alimentada del Pan del Vida y los sacramentos son pilares que se sostienen y sostienen a la sociedad toda. Promotoras del bien social, promotoras del bien de nuestras comunidades.
La familia es un bien del cual la sociedad no puede prescindir o desechar, pero necesita ser protegida. La familia hostigada (bulling) y atacada por varios frentes ideológicos (anti familia) y el rechazo a la voz de la Iglesia sobre la naturaleza misma de la familia y el matrimonio como unión entre un hombre y una mujer, sobre su indisolubilidad, el amor conyugal fiel y fecundo y la apertura a la vida. Es necesario seguir proclamando anunciando sobre la necesidad de fortalecer esta célula, o nicho ejemplar del amor trinitario. En este nicho, se nutren y consolidad las vocaciones, la primera escuela de discípulos y misioneros. Formadora de personas y defensora de la vida humana.
Las adicciciones cómo las drogas, como una de las plagas de nuestra sociedad, que hace sufrir a muchas familias, y no pocas veces termina destruyéndolas. Los comerciantes corruptos que reparten el veneno de las drogas no deben quedar impunes. Afecta a los más vulnerables, a los niños, adolescentes y jóvenes. Rompe círculos de reciprocidad y de unidad. Algo semejante ocurre con el alcoholismo, el juego y otras adicciones donde la violencia familiar y los abusos de los niños y adolescentes son heridas muy profundas que destruyen la dignidad de sus miembros. Y que decir de los crímenes donde los delincuentes y sicarios se organizan para destruir, herir y matar. Para amasar con sangre el pan sucio que darán de comer a sus hijos.
La familia, los padres, debe ser el lugar de la prevención contra abusos de los pequeños, garantía y ayuda contención de afectos y el desarrollo integral de sus hijos. Pero han perdido fuerza en muchos casos. Notamos las graves consecuencias de esta ruptura en familias destrozadas, hijos desarraigados, ancianos abandonados, niños huérfanos de padres vivos, adolescentes y jóvenes desorientados en su propia identidad y sin reglas ni limites.
Cuando estamos reunidos como comunidad en la Iglesia, el Señor sopla sobre nosotros y nos dice: “Reciban el Espíritu Santo” y nos entrega su paz; y da el poder a los apóstoles para perdonar los pecados, como signo de su infinito amor y misericordia con la humanidad que sufre todo tipo de males espirituales y materiales.
Por la efusión del Espíritu Santo, en la consagración de la Misa celebrada, los dones del pan y del vino que presentamos en el ofertorio, se convierten para nosotros en el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo nuestro Señor. Por esta efusión del Espíritu Santo recibimos en la eucaristía la carne y la sangre del Señor. El Espíritu Santo nos vivifica con el alimento celestial para transformarnos en Aquel a quien recibimos.
En Aquel a quien recibimos y comemos. Que el señor nos de la fortaleza aún en medio de las aflicciones sufridas en este tiempo, para que no perdamos la esperanza, y que los sufrimientos parecidos en el momento presente no son nada comparados con la gloria de la vida el futuro amén. Santa María nos ayude a vivir en concordia unos con otros y nos de fortaleza en las pruebas cotidianas de la vida.
Santísima y gloriosa Virgen María de las Mercedes, señora de los desamparados, protectora de los afligidos y de los cautivos, nos regocijamos ante tu poder para que puedas brindarnos la protección que tanto necesitamos; por eso hoy te oramos a ti con nuestra más profunda devoción para poder encontrar tu misericordia. Pedimos, oh adorada Madre, que nuestras plegarias suban hasta el cielo, y que mediante el canto de los ángeles tú y nuestro Salvador puedan escucharlas.
Cardenal Adalberto Martínez Flores
Arzobispo Metropolitano
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