Homilía del tercer día del Novenario en honor a la Virgen Santísima de la Asunción 

Tema: “La Palabra de Dios en la misión de la Iglesia” El Laico y la Palabra de Dios

Mis queridos Hermanos/as en Jesucristo, tengamos cada uno de nosotros bienvenidos a la Iglesia Catedral de esta hermosa Arquidiócesis de la Santísima Asunción.

Hoy nos reúne como todos los años nuestra querida Madre, la Virgen de la Asunción como Patrona y Protectora de esta Iglesia particular.

María Santísima ha tenido un lugar privilegiado siempre en el corazón de su hijo Jesús y también en nuestros corazones, por eso estamos hoy nosotros aquí como hijos para prepararnos a vivir esta gran fiesta dedicada a la Virgen de la Asunción.

Hoy el tema que nos invitamos a reflexionar hace alusión a “La Palabra de Dios en la misión de la Iglesia” El Laico y la Palabra de Dios.

No hay duda que la Palabra de Dios desde que vino al mundo y puso su morada en medio de nosotros, sus hijos, no quiso apartarse nunca de nosotros, la Palabra es la luz para nuestras vidas, es el sosiego en nuestros momentos de incertidumbres, es la esperanza en nuestro andar.

El Evangelio de hoy habla de dos asuntos bien diferentes el uno del otro: El segundo anuncio de la pasión, muerte y resurrección de Jesús y la conversación de Jesús con Pedro sobre el pago de los impuestos… Del primer asunto diremos que la reacción de los discípulos ante el anuncio, no es tan fuerte como en el anterior. Mateo dice que se entristecieron mucho. Pero parece que los apóstoles han comprendido qué el camino de Jesús no está exento de dificultades, que su proyecto trae consigo el dolor, la muerte, pero también la esperanza de una nueva vida.

Por otro lado, respecto del segundo asunto podemos decir que hay que evitar escándalos innecesarios. El escándalo perjudica y lleva a la confusión a los débiles, a los pequeños y a los que no entienden el mensaje de Jesús. Hacer bien las cosas cotidianas y legales va a ser el punto de partida para el discurso comunitario que en los próximos días nos invitará a imitar. Ahora bien, hay algo que conecta a ambos asuntos: El Señor se manifiesta como Hijo de Dios… que deberá morir para resucitar, conforme a lo que se va disponiendo en un escenario de injustica y legalidad. Allí la pregunta a Simón Pedro, la dirige también a nosotros hoy. Jesús, al hacer cosas a las que, por su calidad de ser el Hijo de Dios, no estaba obligado, nos enseña a ayudar, o colaborar al bien común. Nos enseña a saber cumplir, como cristianos, con los deberes sociales y políticos. No hace uso de algún privilegio y cumple con su deber…

Nosotros, igual que Pedro, no tenemos en absoluto, por qué avergonzarnos de Jesús y su evangelio. Hoy también, el Evangelio es poder de Dios para salvación y vida abundante mediante la fe en Cristo Jesús. Estoy profundamente convencido de que hoy en Paraguay, no tenemos que buscar respuestas fuera del Evangelio mismo, no tenemos que andar buscando alguna otra teología que no sea una verdadera teología Evangélica en todo su poder y radicalidad.

Para todo laico católico, Evangelizar es comunicar a Jesús como Señor. En ese sentido, evangelizar es proclamar el Reino de Dios. Predicar el Evangelio sin el Reino, sería desfigurar y mutilarlo. Sería predicar el “evangelio de ofertas” de la gracia barata. A la vez, la integridad de ese verdadero evangelio será fecundada en el servicio y la justicia, en beneficio de todos los hermanos.

Los documentos eclesiales nos dicen que todo bautizado está llamado a vivir su laicidad en compromiso a los hermanos y que esto nos lleva a un apostolado seglar que debe adquirir cuatro formas esenciales que son fruto de ese encuentro personal y comunitario con la Palabra de Dios, y ellas son:

1.- El apostolado del ejemplo

Es enorme la fuerza que el buen ejemplo irradia. Enseñando con el ejemplo, atraeremos, con la fuerza de un imán, a los tibios y a los indiferentes, les enseñaremos que practicar el cristianismo importa cumplir la existencia en un plano de mayor elevación, de más dicha, de más serenidad, de más armonía, de más felicidad. Es una propaganda preciosa la que realiza el maestro, el abogado, el ingeniero, el capataz, el comerciante, el industrial, el empleado, el obrero, el campesino, que desarrolla su vida conforme a sus convicciones católicas. Es un ejemplo inefable el de los que armonizan su conciencia profesional, su conocimiento acabado del oficio, con el de una vida piadosa conforme a los principios de la fe.

Vivir el apostolado del ejemplo no es otra cosa que vivir como vivió Jesús, el hijo de Dios, haciendo el bien sin mirar a quién. Que nuestro ejemplo sea la carta de presentación de nuestra vida. Seamos como nos habla la Palabra de Dios en la 2 Cor. 2,15 “Seamos nosotros el buen olor de Cristo”. Y aquí los laicos tienen mucho que decir con su ejemplo en la sociedad y donde le toque trabajar. Que su vida sea ejemplo para los demás.

2.- El apostolado de la palabra

Otro apostolado a la que nos invita la Palabra de Dios a vivirla con coherencia como laicos, es como dice la Carta a los Efesio 4,29 “No salga de vuestra boca ninguna palabra mala, sino solo la que sea buena para edificación, según la necesidad del momento, para que imparta gracia a los que escuchan.” Las palabras que salgan de nuestra boca deben ayudar siempre para hacer llegar el bien y defender a los demás con palabras de vida y esperanza, nunca de venganza y rencor.

3.- El apostolado de la acción

La acción apostólica es algo clave para todo laico, nosotros estamos llamados a brillar y ser luz en medio de un mundo egoísta, narcisista, hedonista, que piensa solamente para sí. Estamos llamados a vivir con acciones concretas, con los valores de la justicia, la verdad, la equidad, la defensa de los más pobres; con acciones concretas en las distintas esferas en que nos encontramos trabajando en el mundo de la educación, la salud, la justicia, en el ámbito de la justicia social, el mundo del campesinado, de los indígenas, con los migrantes y refugiados.

4.- El apostolado de la oración

Como laicos estamos también llamados a vivir desde la Palabra de Dios que ilumina nuestras vidas el apostolado de la oración. En la 2 Samuel 22,7 la Palabra de Dios nos recuerda “Pero en mi angustia, Señor, a ti clamé; a ti, mi Dios, pedí ayuda, y desde tu templo me escuchaste; ¡mis gemidos llegaron a tus oídos!” y en Filipenses 1,19 “Porque sé que, gracias a las oraciones de ustedes y a la ayuda que me da el Espíritu de Jesucristo, todo esto resultará en mi liberación”. Estamos seguros y convencidos que el apostolado de la oración es algo clave para el apostolado de todo laico, sin la oración no tendríamos constancia, perseverancia para ser fieles a esta hermosa vocación que Dios nos ha llamado para construir el Reino de Dios allí donde nos envía.

Mis queridos hermanos como hemos visto la Palabra de Dios debe iluminar cada rincón de nuestro quehacer como laicos y debe ser como esa estrella de la Nueva Evangelización que vemos en María Santísima, ella fue la primera mujer que todo lo que emprendió y vivió fue gracias a la Palabra que trajo en sus entrañas purísimas, a Jesucristo nuestro Salvador. Por eso en esta tarde le pedimos a la Madre de Dios , bajo la Advocación de la Asunción nos permita vivir como laicos comprometidos, estos cuatro apostolados que estuvimos reflexionando del ejemplo, de la palabra, de la acción y de la oración como elementos fundantes de todos cristiano comprometidos.

Santísima Virgen de la Asunción, Ruega por nosotros.

+ Mons. Gabriel Escobar, sdb

Obispo del Vicariato Apostólico del Chaco.