Educar en el Diálogo y la Fraternidad

Hermanas y hermanos en Cristo:

Hoy la Iglesia conmemora a santa Teresa Benedicta de la Cruz, Edith Stein (1891-1942), nacida en una familia judía alemana, atea en su adolescencia, feminista radical que anteponía su profesión al matrimonio o a los hijos, defensora del sufragio y los derechos de las mujeres, una de las primeras mujeres universitarias en la Alemania de su época, filósofa, discriminada por mujer y por judía. Se convirtió al catolicismo y se consagró al Señor como monja carmelita de clausura.

Fue ejecutada en las cámaras de gas de Auschwitz y santa canonizada. Ella nos puede enseñar mucho acerca de la educación.

Las lecturas proclamadas nos hablan de la fe; de su ausencia o de su máxima expresión.

En la primera lectura escuchamos que el pueblo elegido para entrar en la tierra prometida duda de Dios, de su poder, de su amor, de su misericordia. Las pruebas del desierto han debilitado su fe hasta el punto de cuestionar a Dios. Si no hay fe, hay una cerrazón a la acción salvífica de Dios y no se pueden cumplir las promesas, no por voluntad de Dios, sino de aquellos que no confían en Él.

Por el contrario, en el Evangelio, la mujer cananea, una pagana, una que no pertenece a la familia del pueblo elegido, toca el corazón de Jesús y expone una actitud de fe y humildad que logra poner en marcha la acción sanadora de Jesús: qué grande es tu fe. Que se cumpla tu deseo.

El Evangelio nos deja ver y sentir que la mujer cananea era una persona que había sufrido, una persona que imploraba compasión, una que a muchos seguramente había molestado ya, era una mujer despreciada, pero no vencida pues no descansaba y no descansaría hasta alcanzar la bendición de Dios para su hija a quien tanto amaba.

Hasta tal punto llega el amor de una madre, hasta el punto de olvidar su propia imagen, olvidar el “qué dirán” con tan sólo conseguir aquello que sus hijos necesitan y que sin duda llegaría más lejos si fuese necesario. Y, finalmente, una mujer así conmovió un corazón… El corazón de Jesús.

Aquella mujer, aun injuriada, muestra valor, muestra perseverancia y fe grande; mientras que los judíos, cultivados cuidadosa y honorablemente, se portan de modo contrario.

¿Cómo iluminan estas lecturas, y la vida de santa Teresa Benedicta, nuestro ser y que hacer como miembros de la Iglesia, como educadores católicos? ¿Qué lecciones nos entregan?

La primera y más importante lección es que Dios no excluye, sino que ofrece la salvación a todos; que el Reino de Dios debe llegar a todos, sin excepciones.

Vivimos tiempos de extrema polarización entre buenos y malos, clasificándonos entre justos y pecadores; entre los que están con nosotros, los que piensan como nosotros, y los otros, los que deben ser excluidos y, de ser posible, descalificados y anulados.

El Papa Francisco dijo en la reciente Jornada Mundial de la Juventud en Lisboa: “No tengan miedo; echen las redes. No vivan acusando: esto es pecado, hasta aquí no es pecado ¡Vengan todos! Que sientan primero la invitación de Jesús; después viene el arrepentimiento; después viene la cercanía de Jesús. Por favor, no conviertan la Iglesia en una aduana.

Santa Teresa Benedicta, Edith Stein, sufrió en su tiempo la hostilidad y tuvo que enfrentar murallas fortificadas en su labor educadora, pero que supo superar con coraje evangélico hasta el martirio.

Ella preparó tres cursos de Pedagogía para maestros, de los cuales sólo impartió dos. Poco después de la toma del poder por los nazis, las leyes alemanas prohibieron que las mujeres enseñasen en las universidades, así como los judíos. Edith Stein planteaba que la educación, al trabajar con el ser humano, debe conocer lo que es la persona. De no ser así, fracasará la obra pedagógica de conducir hacia la madurez, y el sistema educativo llevará a la despersonalización.

Edith Stein sostenía que la educación es formar personas, y por eso hay que estudiar el material humano hacia el que se dirige esta acción.

El análisis de la naturaleza humana iluminará la meta, marcará algunos fines intrínsecos y limitará otros. Sin tener claro el “a quién” y el “para qué”, ¿estaremos realmente educando? Experimentamos la existencia humana en nosotros mismos y en nuestros encuentros con los demás, por lo que son fundamentales tanto la reflexión personal como el encuentro con otros, para conocer qué es el ser humano.

La educación es un acto de reconocimiento del otro y de su dignidad.

En el proceso de formación necesitamos la ayuda de otros, que estemos dispuestos a saber escuchar, comprender, acoger e iluminar con el ejemplo de nuestra propia vida y que, con humildad, también estemos abiertos a ser iluminados por lo que los demás tienen para aportarnos. No puede haber educación sin comunión en la diversidad, sin reconocimiento del otro. “La diversidad es bella cuando acepta entrar en un proceso de reconciliación hasta sellar una especie de pacto cultural que haga emerger una diversidad reconciliada… Solo con la unidad, con la conversión de los corazones y con la reconciliación podremos hacer avanzar nuestro país” (Evangelii Gaudium, 230).

Como sociedad paraguaya necesitamos la reconciliación, superar las rivalidades estériles que pretenden eliminar al otro o a otros. Todos somos hijos de Dios y destinatarios de su amor. Es necesario tender puentes de comunión por medio del diálogo y el respeto a las diferencias, desde la firmeza de nuestras convicciones como discípulos misioneros de Jesucristo. Necesitamos seguir educándonos conforme a la pedagogía del Jesús Maestro.

El enseña lo que vive. Aprendamos a ser hermanos, a ser solidarios, compasivos y misericordiosos. He ahí el ejemplo de la santa que celebramos hoy, Santa Teresa Benedicta de la Cruz.

Al amanecer del 7 de agosto sale una expedición de 987 judíos hacia Auschwitz. El 9 de agosto Sor Teresa Benedicta de la Cruz, junto con su hermana Rosa y muchos otros de su pueblo, fueron enviadas para ducharse, pero en realidad fueron gaseadas con ácido cianhídrico murió en las cámaras de gas de Auschwitz a los 51 años de edad.

Con su beatificación en Colonia el 1 de mayo de 1987, la Iglesia rindió honores, por decirlo con palabras del Sumo Pontífice Juan Pablo II, a “una hija de Israel, que durante la persecución de los nazis ha permanecido, como católica, unida con fe y amor al Señor Crucificado, Jesucristo, y, como judía, a su pueblo”.

Edith Stein fue una mujer culta y de gran inteligencia y ha dejado numerosos escritos doctrinales de gran relieve y profunda espiritualidad. Que ella interceda por cada uno de nosotros y nos inspire su labor educativa y testimonial.

Pidamos la luz y la guía del Espíritu Santo, que nos dé sabiduría y que inflame en nuestros corazones el amor a Dios que, necesariamente, se traduce en el amor al prójimo.

Que Nuestra Señora de la Asunción nos bendiga, nos acompañe siempre y en especial en este congreso de educación católica que iniciamos en el día de hoy.

 

+ Adalberto Card. Martínez Flores

Arzobispo Metropolitano de la Asunción

Presidente de la Conferencia Episcopal Paraguaya

Asunción, 9 de agosto de 2023.