Llevar el evangelio, salvar al mundo

Tema: “La Iglesia cuerpo de Cristo- Pueblos de Dios. El Laico como miembro comprometido del pueblo de Dios”.

La Iglesia, Pueblo de Dios y Cuerpo Místico de Cristo, ha recibido el encargo de dar a conocer la Palabra de Dios y la buena nueva del Reino a todos los lugares. Por eso el laico, los bautizados.

Esta acción no es solamente el ejercicio de una predicación hablada. La Iglesia también testimonia su mandato en actos concretos de caridad, ya que estos son los que dan cuenta de la presencia real del Espíritu Santo que sigue actuando y sigue salvando. El decreto Apostolicam Actuositatem del Concilio Vaticano II afirma: “la misión de la Iglesia no es solo anunciar el mensaje de Cristo y su gracia a los hombres, sino también el impregnar y perfeccionar todo el orden temporal con el Espíritu evangélico” (AA 5). Por eso el Papa Francisco llama a la Sinodalidad.

Dios se ha valido de las facultades y las potencialidades humanas para llevar a cabo su obra en el mundo, por lo cual, el hombre se encuentra unido a un plan de salvación que le lleva a la plenitud de su existencia en la comunión con Dios, con los hermanos, con la creación y consigo mismo. Por esto no es al azar que sean invitados a la santa Eucaristía, los miembros de la Comunidad parroquial, sean jóvenes, padres de familias, autoridades y otros. ¿Por qué y para qué son invitados? Por el compromiso laical en la iglesia, se funda en la concepción que se tiene del fiel bautizado y su papel concreto tanto en la comunidad eclesial como en su acción concreta en el mundo en donde se encuentra desarrollando su existencia. Para santificarse y santificar con las propias tareas cotidianas. Esforcémonos en caminar por la senda de la justicia y el camino recto. “Horrible vida ésta, por cierto, donde la virtud se esclaviza o su tirano, el placer. En rigor ya no hay razón alguna pero llamarla virtud. Con todo, hay algunos filósofos que se erigen en portavoces y defensores de tan horrenda monstruosidad” (San Agustín, cd).

En efecto, los laicos están llamados a hacer extensivo el mensaje de Cristo a través del testimonio de su vida de fe en la índole secular. Para el compromiso primario de todos los miembros del Cuerpo de Cristo es el servicio a Dios y la ejecución de su voluntad en el mundo y con los hermanos; afirma: “respecto al compromiso, es decir, a la fidelidad del servicio, la exigencia consiste en la competencia y la lealtad a las cosas. Servir a Dios en el cuidado de su hogar de sus hijos es sin duda, ofrecer y ordenar todo esto a Dios mediante la oración. Lo que da sentido al esfuerzo cristiano es la fe en Jesús: La fe es la garantía de los bienes que se esperan, la plena certeza de las realidades que no se ven, nos dice en la segunda lectura. Nosotros los bautizados creemos en la promesa de Dios, creemos en la Salvación eterna, creemos el mundo futuro, la Resurrección. Por la fe Sara recibió el poder de concebir. Abrahán fue puesto a prueba, presentó a Isaac como ofrenda.

De igual forma, la misma institución eclesial organiza y funda diversos movimientos y propicia ambientes en donde se perciba, de forma más clara su acción en orden a lo social. En éstos ambientes, los laicos tienen un compromiso y una iniciativa fundamental. En efecto, “el laicado no actuará sobre la estructura del mundo para realizar esta misión de Iglesia que él solamente puede realizar, si no entra verdaderamente dentro del destino del mundo, auténticamente, según su línea profana (lo secular); es, pues, lógica, la creación de organismos de Iglesia que, en substancia, sigan las líneas sociológicas naturales del mundo, y la creación de agrupaciones que permitan tener esta influencia y estas respuestas en el orden profano, en el cual la iglesia (los sacerdotes) tiene también una misión que ella no puede ejercer sino por medio de los laicos”, allí, es posible impregnar las estructuras del mundo con la acción y la fuerza del Espíritu Santo que han recibido desde el bautismo.

El fiel bautizado tiene un compromiso doble dentro del ambiente eclesial espiritual y en la circunstancia temporal al respecto, Apostolicam Actuositatem afirma que el laico es “a un tiempo fiel y ciudadano, debe comportarse siempre en ambos órdenes con una conciencia cristiana” (AA 5). El cristiano da su vida, arriesga todo y se compromete completamente por la causa del Reino de Dios, (los comerciantes, los juristas, los jóvenes, estudiantes, autoridades, padres de familias), es decir, anhela que Cristo sea conocido por todos a través de las palabras y las obras. En efecto, el bautizado, por la acción del Paráclito, se siente impulsado a realizar obras de caridad en favor de los más necesitados. De igual forma, ofrece su vida en sacrificio agradable a Dios en la oración y la celebración de los sacramentos. También está llamado a oponerse a las estructuras de pecado que existen en las sociedades, ya que ellas contradicen directamente el plan salvífico de Dios para con los hombres. En últimas, los laicos “tienen un papel activo en la vida y en la acción de la Iglesia, como participes que son del oficio de Cristo sacerdote, profeta y rey” (AA 10).

Así, los fieles se comprometen con la iglesia a través de las diversas formas de vida que llevan en el mundo: como miembros de una familia, como empleados en una determinada acción laboral, como profesionales, como agentes activos de la pastoral parroquial-eclesial, como miembros de asociaciones de caridad y fundaciones que se dirijan a suplir las necesidades materiales de las personas vulneradas, como partícipes de un grupo social, como miembros de un círculo de amigos y de personas cercanas. El compromiso laical que se deriva de la realidad bautismal, debe darse a conocer en todos los ámbitos de la vida cotidiana y espiritual.

El compromiso de los laicos es el mismo de la Iglesia, y el compromiso eclesial se basa en el mandado de Cristo que, en últimas se orienta a la salvación integral de las personas. “La misión de la iglesia es idéntica a la de Jesús en cuanto a su objeto, pero no en cuanto a sus condiciones: salvar al hombre, salvar a todo el hombre, con la inclusión de todo lo que el hombre empeña en la vida del mundo, en la vida social, en la historia” (Los laicos tienen una capacidad fuerte para hacer posible este designio de salvación en la vida concreta y en las estructuras sociales en las cuales viven.

Finalmente, en orden a la particularidad del bautizado y su compromiso con las acciones propias que se concentran en la misión eclesial dada por el mismo Cristo, se afirma: “el laico es aquel que trabaja para el reino de Dios, pero sin restar nada de su entrega a lo terrestre; debe servir a Dios, no poniéndose por encima o al margen del matrimonio y de la profesión, sino mediante el matrimonio y la profesión, y en el trabajo. No toma el atajo que toman el sacerdote y el religioso, consagrados únicamente al reino de Dios. Sigue un camino más largo, más difícil, pero que es el suyo, que es su vocación” (p. 283). El fiel se compromete desde su bautismo, a salvar a sus hermanos, guiado por la acción poderosa y efectiva del Espíritu Santo, disfrutando de la existencia y sintiendo que su vida es fruto del amor divino. Se compromete a que todas las personas que están a su alrededor también contemplen la bondad de esta finalidad y experimenten el amor de Dios en sus vidas, en medio de sus dificultades y en las esperanzas.

Los amigos. La amistad es de los regalos más grande que una persona, que un joven puede tener y puede ofrecer. Es verdad. Qué difícil es vivir sin amigos. Fíjense si será de las cosas más hermosas que Jesús dice: «yo los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que oí de mi Padre» (Jn 15,5). Uno de los secretos más grande del cristiano radica en ser amigos, amigos de Jesús. Cuando uno quiere a alguien, estará al lado, lo cuida, ayuda, le dice lo que piensa, sí, pero no lo deja tirado. Así es Jesús con nosotros, nunca nos deja tirados. Los amigos se hacen el aguante, se acompañan, se protegen. Así es el Señor con nosotros. Nos hace el aguante. (Papa Francisco a los jóvenes en Paraguay).

 

Pbro. Blas Arévalos

Administrador Diocesano de la Diócesis de Villarrica