Enfermedad mental, también denominada “trastorno de salud mental”, se refiere a una amplia gama de afecciones de la salud mental, es decir, trastornos que afectan el estado de ánimo, el pensamiento y el comportamiento. Son ejemplos de enfermedad mental la depresión, los trastornos de ansiedad, los trastornos de la alimentación y los comportamientos adictivos.
Muchas personas manifiestan problemas de salud mental de vez en cuando. Pero un problema de salud mental se convierte en una enfermedad mental cuando los signos y los síntomas se hacen permanentes, causan estrés y afectan la capacidad de funcionar normalmente.

La enfermedad mental puede hacerte sentir muy mal y ocasionar problemas en la vida cotidiana, por ejemplo, en la escuela, el trabajo o en las relaciones interpersonales. En la mayor parte de los casos, los síntomas pueden tratarse con una combinación de medicamentos y terapia de conversación (psicoterapia).
San Juan Pablo segundo reflexiona profundamente sobre esta realidad tan dura de nuestra existencia humana, aqui algunos de sus pensamientos expresados el 30 de noviembre de 1986, dirigiéndose a los participantes de la conferencia internacional organizada por el Pontificio Consejo para la Pastoral de los Agentes Sanitarios, sobre el tema: «A imagen y semejanza de Dios: ¿Siempre? Enfermedad de la mente humana»
“La Iglesia mira a estas personas con especial preocupación, como mira a cualquier otro ser humano afectado por la enfermedad. Instruida por las palabras del divino Maestro, cree que «el hombre, creado a imagen del Creador, redimido por la sangre de Cristo y santificado por la presencia del Espíritu Santo, tiene como fin último de su vida vivir “para alabanza de la gloria de Dios” (cf. Ef 1,12), esforzándose por que cada una de sus acciones refleje el esplendor de
La Iglesia estáesa gloria» (Carta Encíclica Veritatis splendor , n. 10). profundamente convencida de esta verdad, incluso cuando las facultades mentales del hombre —las más nobles, pues dan testimonio de su naturaleza espiritual— parecen gravemente limitadas e incluso impedidas por un proceso patológico. Por ello, recuerda a la comunidad política su deber de reconocer y celebrar la imagen divina en el hombre con acciones que apoyen y sirvan a quienes padecen una enfermedad mental grave. Esta es una tarea que la ciencia y la fe, la medicina y la pastoral, la competencia profesional y el sentido de fraternidad común deben contribuir a llevar a cabo mediante la inversión de recursos humanos, científicos y socioeconómicos adecuados.
Cristo no solo se compadeció de los enfermos y sanó a muchos, devolviéndoles la salud física y mental, sino que su compasión también lo llevó a identificarse con ellos. Declara: «Estuve enfermo y me visitasteis» (Mt 25,36). Los discípulos del Señor, precisamente porque podían ver la imagen de Cristo «sufriente» en todas las personas afectadas por la enfermedad, les abrieron su corazón, dedicándose a diversas formas de asistencia.

Pues bien, Cristo cargó con todo el sufrimiento humano, incluso la enfermedad mental. Sí, incluso esta aflicción, que quizá parezca la más absurda e incomprensible, configura al enfermo con Cristo y le permite participar de su pasión redentora.

Así pues, la respuesta a la pregunta del tema es clara: quien padece una enfermedad mental lleva siempre en sí la imagen y semejanza de Dios, como todo ser humano. Además, tiene siempre el derecho inalienable no solo a ser considerado imagen de Dios y, por tanto, persona, sino también a ser tratado como tal.

Es deber de todos dar una respuesta activa : nuestras acciones deben demostrar que la enfermedad mental no crea distancias insalvables ni impide relaciones de verdadera caridad cristiana con quienes la padecen. De hecho, debe inspirar una actitud particularmente atenta hacia estas personas, que tienen pleno derecho a pertenecer a la categoría de los pobres, a quienes pertenece el reino de los cielos (cf. Mt 5,3).”

 

Pastoral de Acompañamiento y Discernimiento Espiritual