Evangelio de hoy

JUEVES DE LA SEMANA 24° DEL TIEMPO DURANTE EL AÑO

Fiesta de san Mateo, apóstol y evangelista

Evangelio según San Mateo 9, 9-13

“Prefiero la misericordia al sacrificio”

Jesús vio a un hombre llamado Mateo, que estaba sentado a la mesa de recaudación de impuestos, y le dijo: “Sígueme”. Él se levantó y lo siguió. Mientras Jesús estaba comiendo en la casa, acudieron muchos publicanos y pecadores, y se sentaron a comer con él y sus discípulos. Al ver esto, los fariseos dijeron a los discípulos: “¿Por qué su Maestro come con publicanos y pecadores?”. Jesús, que había oído, respondió: “No son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos. Vayan y aprendan qué significa: ‘Prefiero la misericordia al sacrificio’. Porque yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores”. Palabra del Señor.

Meditación

     Fiesta del perdón. Perdonar siempre y pedir perdón. El perdón como antídoto del rencor ya lo hemos escuchado el Domingo. Hoy consideramos al perdón que desactiva la injusticia. Más aún, el amor y la paz, como regalos que recibimos de Dios, gracias a Jesús. Por ejemplo, pedir perdón a los jóvenes por no dejarles un mundo mejor, y ayudarles a no repetir ciertos pecados.

     El “sígueme” de Jesús consiste en hacerse amigos de Jesús: “por más que vivas y experimentes no llegarás al fondo de la juventud, no conocerás la verdadera plenitud de ser joven si no encuentras cada día al gran amigo, si no vives en la amistad con Jesús” (Papa Francisco, ChrV 150). A no presumir, ya decía S. Agustín: “no de riqueza, ni de fuerza física, ni de haber temporalmente desempeñado algún cargo importante, sino de su justicia. Este tipo de fuertes ha de ser evitado, temido, rehuido, no imitado, precisamente porque presumen —repito -no de tipo, ni de bienes de fortuna, ni de estirpe, ni de honores- ¿quién no ve que todos estos títulos son temporales, lábiles, caducos y pasajeros?—, sino que presumen de su propia justicia. Este tipo de fortaleza es el que impidió a los judíos pasar por el ojo de una aguja” (Salmo 58, 6-7).

     La súplica cantada pide “no destruir”, tal vez los sueños juveniles, como hacen los inicuos. Se invoca la misericordia y justicia, gracias a Cristo, médico.

 

¡A toda la tierra alcanza su pregón!

El cielo proclaman la gloria de Dios,

el firmamento pregona la obra de sus manos:

el día al día le pasa el mensaje,

la noche a la noche se lo susurra.