Evangelio de hoy
LUNES DE LA SEMANA 6ª DEL TIEMPO DURANTE EL AÑO
Evangelio según San Marcos 8, 11-13
“¿Por qué esta generación pide un signo?”
Llegaron los fariseos, que comenzaron a discutir con Jesús; y, para ponerlo a prueba, le pedían un signo del cielo. Jesús, suspirando profundamente, dijo: “¿Por qué esta generación pide un signo? Les aseguro que no se le dará ningún signo”. Y dejándolos, volvió a embarcarse hacia la otra orilla. Palabra del Señor.
Meditación
Inseguridad, fariseísmo, oración. Al parecer estamos envueltos en un ambiente de inseguridad, que genera el buscar refugio en el dinero, el poder, el éxito. Pero son los temores, la sensación de bulling y acoso, los hechos escandalosos, que pueden movernos al legalismo y a cualquier tipo de poder. Al criticar a los fariseos, no con la autoridad de Cristo, podríamos caer también en fariseísmo. Supuestamente con buena voluntad, pero necesitamos asegurarnos solicitando “ciertos signos”, como el realizado por Jesús (8, 1-10).
Los fariseos como Pablo, por ejemplo, se cerraron en sus sistemas, “habían organizado muy bien las leyes, sabían lo que se podía hacer y lo que no, hasta dónde se podía llegar. Se sentían seguros … Lo habían hecho por amor, para ser fieles a Dios. Habían olvidado la historia … Y no entendían los muchos signos que hacía Jesús y que indicaban que el tiempo estaba maduro. Pero para ponerlo a prueba, le pedían un signo del cielo” (Papa Francisco, octubre, 2014).
La oración con el Sal 118 (119) elogia la ley divina. Los sinónimos de la ley, cuyo origen son las 10 palabras dadas a Moisés, se adaptan a las experiencias del pueblo de Dios, y de las personas notables que fueron protagonistas de la historia. Así los mandatos, decretos, preceptos, etc. manifiestan la voluntad de Dios para ordenar la vida del hombre, su convivencia con el prójimo y el pueblo, por eso es amable y perfecta. Oremos y pongamos en práctica la ley divina.
¡Cuando me alcance tu compasión, Señor, viviré!
Antes de sufrir, yo andaba extraviado,
pero ahora me ajusto a tu promesa.
Tú eres bueno y haces el bien;
instrúyeme en tus decretos. R.
Me estuvo bien el sufrir,
así aprendí tus decretos.
Más estimo yo la ley de tu boca
que miles de monedas de oro y plata. R.
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