Evangelio de hoy

MARTES DE LA SEMANA 10° DEL TIEMPO DURANTE EL AÑO

Evangelio según San Mateo 5, 13-16

“Glorifiquen a su Padre que está en el cielo”

Jesús dijo a sus discípulos: Ustedes son la sal de la tierra. Pero si la sal pierde su sabor, ¿con qué se la volverá a salar? Ya no sirve para nada, sino para ser tirada y pisada por los hombres. Ustedes son la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad situada en la cima de una montaña. Y no se enciende una lámpara para meterla debajo de un cajón, sino que se la pone sobre el candelero para que ilumine a todos los que están en la casa. Así debe brillar ante los ojos de los hombres la luz que hay en ustedes, a fin de que ellos vean sus buenas obras y glorifiquen a su Padre que está en el cielo. Palabra del Señor.

Meditación

     Salados e iluminados para evangelizar. La misma misión de los discípulos los preserva de las tentaciones e ilumina. A pesar de los sinsabores de la vida, ellos “son alentados por Dios hasta el punto de poder alentar a los demás en la lucha” (1Cor 1, 1-7). Si es así, “si tienen el mismo Espíritu Santo y son compasivos, les pido que vivan en armonía y que se amen unos a otros” (Flp 2,1-2) les insiste el Apóstol.

     “Jesús nos invita a ser un reflejo de su luz, a través del testimonio de las buenas obras. Estas palabras subrayan que nosotros somos reconocibles como verdaderos discípulos, no en las palabras, sino por nuestras obras. De hecho, es sobre todo nuestro comportamiento que -en el bien en el mal- deja un signo en los otros. Por tanto, tenemos una responsabilidad por el don recibido: la luz de la fe que está en nosotros por medio de Cristo y del Espíritu Santo, no debemos retenerla como si fuera nuestra propiedad. El evangelio transforma, sana y garantiza la salvación a quien lo acoge” (Papa Francisco, febrero 2017).

     Esto nos ayuda y consuela, ya que la fe no se extingue sino que se refuerza al alimentarlo con los donativos de amor y caridad: “la sal es un elemento que mientras da sabor, preserva la comida de la alteración y de la corrupción, de los gérmenes contaminantes del egoísmo, la envidia, la maledicencia, etc”. En lugar de arruinar el tejido de las comunidades y de la sociedad, reinen la hospitalidad, la solidaridad y la reconciliación. San Antonio de Padua, ruega por nosotros.

 

Haz brillar, Señor, tu rostro sobre tu siervo.

Tus preceptos son admirables,

por eso los guarda mi alma.

La explicación de tus palabras ilumina,

da inteligencia a los ignorantes.