Evangelio de hoy

Miércoles de la 4ª Semana de Adviento

Evangelio según San Lucas 1, 39-45

 “¡Tú eres bendita entre todas las mujeres!”

Durante su embarazo, María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá. Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel. Apenas esta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su seno, e Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó: “¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme? Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi vientre. Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor”. Palabra del Señor.

Meditación

     Lo que ha dicho el Señor se cumplirá! El diálogo entre Isabel y María, están a la base de nuestra fe. El Papa Francisco nos lo recuerda: “Es imposible creer cada uno por su cuenta. La fe no es únicamente una opción individual que se hace en la intimidad del creyente, no es una relación exclusiva entre el «yo» del fiel y el «Tú» divino, entre un sujeto autónomo y Dios. Por su misma naturaleza, se abre al «nosotros», se da siempre dentro de la comunión de la Iglesia. Es posible responder en primera persona, «creo», sólo porque se forma parte de una gran comunión, porque también se dice «creemos» (Lumen fidei, 39).

     En efecto, el desarrollo y transmisión de la fe, se realiza en la familia de los hijos de Dios, y así crece la comunión. En forma negativa, San Pablo había expresado que “somos uno” y que ningún miembro podría decir a otro, “no te necesito”.

     San Bernardo, abad, en un Sermón sobre la dicha de María, dijo: “La humildad y la grandeza de alma de María, así como su virginidad y su fecundidad, son semejantes a dos estrellas que se iluminan mutuamente, porque en María la profundidad de su humildad no perjudica en nada a la generosidad de su alma, y recíprocamente”. Es decir, se nos invita a ser generosos como si Dios no existiese, y a esperar con humildad como si todo dependiera de Dios.

 

Aclamen, justos, al Señor, canten un cántico nuevo,

den gracias al Señor con la cítara;

toquen en su honor el arpa de 10 cuerdas;

cántenle un cántico nuevo,

acompañando los vítores con las palmas.