Evangelio de hoy
VIERNES DE LA SEMANA 16ª DEL TIEMPO ORDINARIO
Fiesta de Santiago, apóstol
Evangelio según San Mateo 20, 20-28
“Como el Hijo del hombre, que no vino para ser servido, sino para servir”
En aquel tiempo: La madre de los hijos de Zebedeo se acercó a Jesús, junto con sus hijos, y se postró ante él para pedirle algo. “¿Qué quieres?”, le preguntó Jesús. Ella le dijo: “Manda que mis dos hijos se sienten en tu Reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda”. “No saben lo que piden”, respondió Jesús. “¿Pueden beber el cáliz que yo beberé?”. “Podemos”, le respondieron. “Está bien, les dijo Jesús, ustedes beberán mi cáliz. En cuanto a sentarse a mi derecha o a mi izquierda, no me toca a mí concederlo, sino que esos puestos son para quienes se los ha destinado mi Padre”. Al oír esto, los otros diez se indignaron contra los dos hermanos. Pero Jesús los llamó y les dijo: “Ustedes saben que los jefes de las naciones dominan sobre ellas y los poderosos les hacen sentir su autoridad. Entre ustedes no debe suceder así. Al contrario, el que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes; y el que quiera ser el primero, que se haga su esclavo: como el Hijo del hombre, que no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud”. Palabra del Señor.
Meditación
Una de las imperfecciones que causan mucho retraso en la vida espiritual y que se mezclan de manera muy sutil en nuestra vida, es la envidia.
Es increíble que, aún como cristianos, no sepamos alegrarnos de los bienes y de las bendiciones que reciben nuestros hermanos, sino que, en ocasiones, incluso sentimos hasta coraje de que Dios los haya bendecido. Y esto no sólo en el plano económico sino, como nos lo presenta hoy el Evangelio, en el ámbito social, que se extiende al religioso. Esto, como nos lo dice Jesús, es entendible que se presente entre los paganos, en los que no están llenos del amor de Dios pero, ¿en nosotros? lógicamente esto genera críticas y enemistades.
Qué diferente sería nuestra vida, si al ver que uno de nuestros hermanos recibe una bendición, diéramos gracias a Dios por ser bueno, aun con los que “según nosotros” no merecerían tal o cual favor; o si en lugar de entristecernos, nos alegráramos al compartir la felicidad de quien se ha visto favorecido con un don o con una gracia; si en lugar de desacreditar a nuestro hermano, buscando todos sus defectos, reconociéramos que nosotros no somos mejores y que Dios, como Padre bueno da a cada uno, no como merece sino sobre la base de su infinito amor, seguramente nuestra vida estaría llena de paz y de alegría. Cambia tu actitud y “verás qué bueno es el Señor”.
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