Señor Rector Prof. Dr. Manuel de Jesús Viedma Romero y Claustro. Comunidad de la Universidad Politécnica y Artística del Paraguay

Invitados especiales, hermanas y hermanos todos:

Es muy grato estar y compartir con ustedes en este recinto académico el acto en el que se otorga a mi persona el título de “Doctor Honoris Causa”.

Agradezco al señor Rector y al pleno del Claustro la concesión de este reconocimiento, cuyo objetivo es destacar nuestro humilde servicio a la Iglesia y a la sociedad nacional.

En la ceremonia de mi creación como primer Cardenal del Paraguay, el Papa Francisco subrayó que este era un reconocimiento, un homenaje, decía él, para el Iglesia en Paraguay.

Ser investido Cardenal de la Iglesia Católica y, por consiguiente, colaborador cercano del Papa Francisco, es un gran honor, pero, sobre todo, es una gran responsabilidad para la Iglesia y su compromiso con la nación.

En este sentido, asumo esta distinción de la UPAP como un reconocimiento a la Iglesia del Paraguay que siempre ha estado al servicio del pueblo paraguayo, sobre todo, en el trabajo por una vida más digna y más plena de los sectores más vulnerables y necesitados de nuestra sociedad nacional.

Como sacerdote y pastor de la Iglesia, nuestra vocación y servicio se fundamentan en procurar ser fieles al mandato de Jesucristo que se resume en amar a Dios por sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos. Con nuestras debilidades y fortalezas. Nuestra vida y nuestras acciones deben dar testimonio y razón de nuestra fe.

Como peregrino al servicio de la Iglesia. Y habiendo encontrado mi camino, o El Camino, fui ordenado presbítero un 24 de agosto de 1985 en la parroquia La Piedad, y como obispo, desde 1997, donde peregriné cómo auxiliar de Asunción, luego obispo de San Lorenzo, de San Pedro, del Obispado Castrense, de Villarrica y Caazapá, hasta volver a la Arquidiócesis de Asunción.

Mi lema episcopal, “Que todos sean uno”, que es la oración de Jesús San Juan 17,20, conocida como la oración sacerdotal de Jesús, me ha siempre inspirado como una gran anhelo pastoral. Ha sido mi norte como obispo en todas las diócesis cuyo pastoreo me ha sido encomendado por la Iglesia a lo largo de estos casi 26 años de consagración y ministerio episcopal. Lema tal vez no vez no siempre logrado pero si intentado, el lema no deja de ser una inspiración y aspiración.

Creemos firmemente que la investidura de Cardenal que la Iglesia nos otorga, como dignidad, como misión, como compromiso, nos desafía a poner todo nuestro empeño para constituirnos en un punto de apoyo, en un puente, en un factor para el encuentro, el diálogo y el entendimiento entre los paraguayos.

“Que todos sean uno” no significa uniformidad ni anulación del otro. Por el contrario, la diversidad es importante y necesaria. La unidad en la diversidad es buscar la concordia.

Paraguay necesita puntos de apoyo y espacios de encuentro para el diálogo, para construir la amistad y la fraternidad social. Es un imperativo del momento que vive la nación dialogar, escucharnos, reconocernos y respetarnos, identificar los sueños compartidos, los puntos en común.

Estamos seguros de que, en el diálogo respetuoso y con una actitud abierta a la escucha del otro, será posible encontrar una visión compartida y puntos de acuerdo para trabajar por el bien común.

En esta tarea, el mundo académico, las universidades, tiene un rol fundamental e ineludible, desde su misión de docencia, investigación y extensión.

En el diálogo con los rectores de las universidades de América Latina el pasado 21 de setiembre -unos 200 – el Santo Padre reflexionó sobre diversos temas como las migraciones, el cambio climático y la exclusión, instando a ser creativos en la formación de los jóvenes a partir de las realidades y desafíos actuales.

En una parte del diálogo decía: la misión de la universidad no es solamente aprender cosas. Ustedes tienen que formar a los chicos y a las chicas en los tres lenguajes humanos: el de la cabeza, el del corazón y el de las manos. De tal manera que aprendan a pensar lo que sienten y lo que hacen, a sentir lo que hacen y lo que piensan, y a hacer lo que sienten y lo que piensan. Ser creativos ante la realidad y los desafíos, formadores y no solo informadores.

Me alegra saber que la UPAP expresa con claridad su misión de formar a hombres y mujeres de manera integral, con el objetivo de contribuir con el desarrollo político, económico, social y cultural de sus respectivas comunidades y del país.

Les aliento a profundizar en las dimensiones fundamentales de la misión universitaria, además de la docencia de calidad. Si la academia no desarrolla líneas de investigación aplicada y pertinentes, que beneficie a las necesidades de nuestras comunidades y del país por medio de la extensión, deja un vacío que ningún otro sector puede cubrir.

Sé que la UPAP está en la senda correcta cuando declara que “concibe el concepto de Extensión Universitaria como la acción de intercambiar los beneficios de los conocimientos académicos aprendidos en el proceso de enseñanza en diferentes ámbitos comunitarios, para lograr así un diálogo colectivo que aporte soluciones prácticas, aplicables a problemáticas reales y plantee ideas creativas e integradoras para el beneficio y desarrollo social.” Les invito y les exhorto a profundizar y consolidar esta manera de concebir y poner en práctica su compromiso con la sociedad.

Como nación, tenemos un gran desafío: combatir la corrupción y la impunidad, que impiden el desarrollo social. Vemos que el crimen organizado ha permeado y corrompido gran parte del tejido social, político, económico y hasta religioso de nuestro país.

La tarea del bien común es de todos, sin distinción de credo religioso ni partidos políticos. Es una apelación a todas las personas de buena voluntad, ciudadanos de bien que están llamados a ser parte de una cruzada nacional para el saneamiento moral de la nación. Esta es una tarea urgente e impostergable.

El Paraguay necesita con urgencia signos de esperanza de quienes tenemos responsabilidad ante la sociedad, entre los que destacan los académicos. La Doctrina Social de la Iglesia es un tesoro que ponemos a disposición de los que tienen responsabilidades y liderazgo en el país, y para todas las personas de buena voluntad, como un aporte para el saneamiento moral de la nación, para el trabajo por el bien común y como un servicio al desarrollo integral de nuestro pueblo.

Señor Rector y Claustro académico, amigas y amigos, reitero la alegría de compartir con ustedes este momento y este espacio privilegiado; les manifiesto mi gratitud por esta distinción con el título de “Doctor Honoris Causa”, que me han generosamente ofrecido, con el que me inviste hoy la Universidad Politécnica y Artística del Paraguay.

Es una buena oportunidad para reiterar que todo lo que este servidor ha realizado en su vida personal y en su ministerio sacerdotal en la Iglesia ha sido una pequeña y humilde contribución para seguir trabajando para que el Reino de Dios y su justicia se hagan realidad en el Paraguay.

A Dios, y solo a Él, sean dados la Gloria y el Honor.

Muchas gracias.

Asunción, 19 de octubre de 2023.

+ Adalberto Card. Martínez Flores

Arzobispo Metropolitano de la Asunción