SANTA MISA
Domingo de la Semana 20ª del Tiempo Ordinario
HOMILÍA
Catedral Metropolitana
En estos días somos anfitriones de los Juegos Panamericanos Junior Asunción 2025. Provenientes de 41 países, con 28 deportes y 41 disciplinas. Los atletas corren con perseverancia con los ojos puestos en el podio más alto.
Algunos titulares de estos días decían que una nueva estrella fulgurante emerge en el cielo de la patria: Nicole Martínez, asuncena, estudiante de economía, remera excepcional, de gran condición física, fue la primera medalla de oro en estos juegos. Felicidades a ella y a todos los deportistas.
En las competencias de las distintas disciplinas vemos a los y las atletas esforzarse y luchar con lo mejor de sí para alcanzar las anheladas preseas. El deporte requiere entrenamientos, afán de superación, disciplina del carácter y los sentimientos para mantener la mirada fija en los objetivos.
Correr la carrera de la fe
(Hebreos 12, 1-4)
Nuestros antepasados dieron prueba de su fe: dejemos todo lo que nos estorba y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante, con la mirada fija en Jesús, autor y consumador de nuestra fe.
Así también nosotros estamos llamados a librarnos de los pecados que nos atan, a disciplinar el corazón para que sus latidos sincronicen con el corazón de Dios.
Como en el canotaje, los remos impulsan la embarcación cuando van al unísono, así también la fe requiere disciplina y decisión, desechando los lastres que ralentizan el camino.
El fuego de Cristo que transforma
(Evangelio de Lucas 12, 49-53)
Jesús dijo a sus discípulos: “He venido a traer fuego a la tierra, ¡y cuánto desearía que ya estuviera ardiendo!”.
Ese fuego es la luz de la esperanza que enciende los rincones apagados de nuestra vida. El fuego del amor de Dios nos impulsa a remar sin miedo y a echar las redes para la pesca mejor, alcanzando así la meta de nuestra salvación.
El sentido bíblico y guaraní del fuego
En la Biblia, el fuego simboliza el amor y la gracia de Dios. Es el ardor del Espíritu Santo que transforma los corazones.
En la tradición guaraní, el tata o tatapy está vinculado al origen de la vida, un regalo de Ñamandú, el gran padre creador, como signo de luz, calor y relación con lo sagrado.
Mantener vivo ese fuego es mantener la vida y la esperanza. Nos unge con la gracia que purifica, sana y renueva. Sin él, el corazón humano se corrompe, y también la convivencia social se ve herida por injusticias, discordias y violencia.
El fuego que purifica y salva
“¿Quién podrá soportar el día de la venida del Señor?” (Malaquías 3,3).
El fuego de Dios es purificador como el del orfebre que acrisola el oro y la plata. Así también nosotros estamos llamados a dejarnos purificar por Cristo, para ofrecerle una vida justa y digna.
El fuego olímpico y el fuego de Cristo
El fuego de la antorcha olímpica simboliza la luz, la esperanza, la unidad y la paz entre las naciones.
De manera aún más profunda, el fuego de Cristo es esa luz que ilumina nuestra vida, que enciende las antorchas del corazón y nos impulsa a vivir como testigos de la Buena Noticia.
María, madre de la esperanza
María Santísima ha encendido en nuestro caminar la luz de la esperanza. Ella nos acompaña como madre de la esperanza en esta carrera de la fe.
Asunción, 17 de agosto 2025
+Adalberto Card. Martínez Flores
Arzobispo de Asunción
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