SANTA MISA
Martes 23 de septiembre de 2025
HOMILÍA
Vísperas de Nuestra Señora de la Merced
Queridas familias, queridos hermanos y hermanas:
Hoy nos reunimos bajo la mirada amorosa de la Virgen de las Mercedes, nuestra Madre y Protectora. Ella siempre nos conduce a Jesús, su Hijo, que es el único que nos libera de nuestras cadenas y nos regala vida en abundancia.
Recordemos que ese niño que nos ha nacido en Belén vivió en una familia humilde y sencilla. Nació en un pueblo pequeño y olvidado, pero ese nacimiento cambió la historia: el Dios hecho hombre en el vientre de María Santísima. Allí, en la gruta de Belén, donde había pobreza y oscuridad, brilló la luz de Cristo que ilumina al mundo entero.
Todo el universo, con sus estrellas y sus soles, pareció inclinarse sobre aquella humilde cueva, porque en ese lugar nació la Luz del mundo. Jesús vino pobre, pero con su pobreza nos enriqueció. Como dice la Palabra: “Ya conocen la generosidad de nuestro Señor Jesucristo, que siendo rico se hizo pobre por ustedes, para que ustedes se hicieran ricos con su pobreza” (2 Cor 8,9). Esa riqueza es la fe que sostiene a nuestro pueblo y le da esperanza.
María, Madre en cada momento
Esa misma Madre, la Virgen María humilde pero llena de gracia, acompañó a Jesús en la pobreza de Belén en su nacimiento. La contemplamos también como la Virgen de los Dolores, traspasada por el dolor de la espada en su corazón, al ver a su Hijo agonizante en la cruz.
Pero ella es también la Madre cuyo corazón resplandeció de gozo al contemplar a su Hijo resucitado, vencedor de la muerte. Así estuvo siempre a su lado: en la pobreza de Belén, en la cruz del Calvario y en la gloria de la Pascua. Hoy la vemos en las bodas de Caná, atenta y cercana, enseñándonos con su palabra sencilla y firme: “Hagan todo lo que Él les diga”. El mismo Jesús que nació pobre en la gruta, murió en la cruz y resucitó glorioso, es el que ahora, por medio de su Madre, nos invita a confiar plenamente en su Palabra. Ñande sy María, ñande rovasa ha ñande guía —nuestra madre María nos bendice y nos guía—, para que caminemos en la luz de Dios y no en la oscuridad.
Dolor de nuestro pueblo
Hoy, al contemplar a nuestra Madre de la Merced, recordamos a tantos hermanos y hermanas que viven bajo pesadas cargas de dolores y padecimientos: la falta de tierra, de techo, de salud, de educación y de trabajo. Son sufrimientos que hieren a nuestras familias y que hacen más difícil el camino de cada día. Nuestros jóvenes, muchas veces atrapados por el alcohol y las drogas, necesitan sentir que no están solos. Necesitan experimentar que la Iglesia es madre que abraza, que anima y que devuelve la esperanza.
No podemos callar ante la realidad dolorosa de los niños, niñas, adolescentes y jóvenes que son víctimas de abusos y de violencia. Recordamos con lágrimas a María Fernanda y a Melania, niñas que perdieron la vida al ser atropelladas en su dignidad de personas. Y pensamos también en tantas otras niñas, niños y adolescentes que sufren en silencio, y que merecen nuestro resguardo, ternura, protección y vigilancia.
Tampoco podemos olvidar a quienes han desaparecido. En lo que va del año 2025, ya se han reportado más de 1.300 personas desaparecidas en Paraguay, entre ellas niños y niñas que aún no han sido encontrados. Algunas personas fueron halladas, pero muchas aún siguen sin regresar. Y siguen en nuestro corazón los nombres de hermanos secuestrados: Óscar Denis, Edelio Morínigo y Félix Urbieta. Ellos, junto con sus familias, esperan con ansias la justicia y la libertad. Ñande roguerovia, Ñandejára ndohejamo’ãi —creemos que Dios no nos va a abandonar—.
Madre de liberación y esperanza
Ella es la Virgen de las Mercedes, Madre y Protectora. La contemplamos con las esposas desatadas en sus manos como señal de que es Madre de liberación y también guardiana de sus hijos. Ella vela por nosotros, rompe las cadenas que nos oprimen y defiende especialmente a los más pequeños, a los más pobres y a los más frágiles.
En sus manos, lo que era signo de opresión se convierte en signo de esperanza, porque nos conduce a Cristo, que nos dice: “Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia” — “Che aju, peikove haguã ha peikove hetave” (Jn 10,10).
El Papa León XIV nos dice: “La mirada interior de María nos blinda contra las mentiras de la propaganda y nos abre a la gratuidad de Dios, que hace posible caminar juntos en paz.” Con María aprendemos a buscar la verdad, a no enredarnos en lo que nos confunde, y a vivir en la libertad que nos regala Cristo.
Hermanos y hermanas, muchos de ustedes saben lo que es levantarse de las cenizas, volver a empezar después de un dolor grande. Ñandejára ojapo pyahu ñande rekove —Dios renueva nuestra vida—. Él rompe las cadenas del odio, de la venganza, de la violencia y nos devuelve la paz.
Oración confiada
El Salmo nos recuerda: “Él levanta del polvo al desvalido, alza al pobre de su miseria, para hacerlo sentar entre los nobles de su pueblo.” Que así también hoy el Señor levante a cada niño, a cada niña, a cada joven, a cada familia que sufre, y les regale vida, dignidad y esperanza.
Pidamos juntos a la Virgen de las Mercedes: Madre, líbranos de las cadenas que nos oprimen. Madre, protege a nuestros niños, niñas, adolescentes y jóvenes. Madre, acompaña a nuestras familias para que vivamos unidos en la paz de Dios. Y elevamos también una oración muy especial por todas nuestras familias y por toda la comunidad parroquial, con sus comunidades y capillas. Pedimos por aquellas familias que viven bajo el yugo de la opresión, del pecado y de la falta de diálogo. Que María Santísima nos ayude a establecer puentes de diálogo, de perdón y de reconciliación, para que juntos podamos vivir como verdaderos hijos de Dios en la unidad y en la paz. Virgen Santa María, ñande sy, poraite asy, tañanebendisi.
Cardenal Adalberto Martínez Flores
Arzobispo de Asunción
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