Entre los peligros que amenazan hoy a la humanidad en su conjunto y, a los jóvenes en particular, la droga ocupa un lugar preponderante como amenaza, tanto más insidioso, cuanto menos visible sea.
Hoy, que recordamos el “Día Internacional de la lucha contra el uso indebido, el tráfico ilícito y abuso de drogas”, la Iglesia no puede permanecer indiferente ante este flagelo que está destruyendo nuestra sociedad. Conforme a las orientaciones del episcopado latinoamericano en Aparecida (2007), su labor se dirige en tres direcciones: prevención, acompañamiento y sostén de las políticas gubernamentales para reprimir este mal.
La Iglesia en el Paraguay impulsa diversas acciones para atender y acompañar a las personas dependientes de las drogas, en especial a los adolescentes y a los jóvenes. Además, se está avanzando hacia una Red Pastoral Nacionales de Adicciones.
El negocio de algunos es dolor y sufrimiento para muchos. El narcotráfico tiene varios niveles. Tienen una estructura bien organizada: tráfico internacional, tráfico nacional, microtráfico. Su acción va destruyendo personas y familias con la drogadicción y la drogadependencia que ofrecen el espejismo de un escape de la adversidad y el estrés, pero sólo empeoran los problemas.
Para las personas atrapadas en su uso, es a la vez el fruto y la causa de una importante angustia y una creciente degradación de la vida social, que corroe el tejido mismo de la dignidad, las relaciones interpersonales y la convivencia entre las personas. Esta situación supone un reto para todos los implicados en la defensa y promoción de la dignidad humana y el desarrollo humano integral. De hecho, todos nos enfrentamos a un vasto fenómeno de proporciones terribles, no sólo por el número de vidas rotas, sino también por la propagación del problema moral y ético.
Los retos son enormes, pero juntos estamos avanzando con un compromiso renovado sin perder la esperanza. El Papa Francisco nos dice “La esperanza exige realismo, exige tomar conciencia de los numerosos problemas que afligen a nuestra época y de los retos que se avecinan. La esperanza es la virtud que nos pone en marcha, nos da alas para seguir adelante, incluso cuando los obstáculos parecen insuperables”.
Es por ello que reitero el llamado al saneamiento moral de la Nación, a un diálogo y pacto social y político, donde el tema narcotráfico debe ser uno de los prioritarios para ponernos de acuerdo en lo que “no queremos para el país, para la sociedad”. Ese acuerdo implica un compromiso para el saneamiento de nuestras instituciones de la República y, por consiguiente, la posibilidad cierta de combatir el crimen organizado, la corrupción y la impunidad.

+ Pastoral de Comunicación del Arzobispado de Asunción