Semanario Encuentro

Reflexiones


“Os daré un corazón nuevo”

Por CCL

Celebramos las tres décadas de la presencia de los Hermanos Franciscanos Capuchinos en Paraguay, quienes desarrollan su misión en nuestra tierra guaraní desde el 10 de abril de 1988, entregando la riqueza de su carisma inspirado en los santos San Leopoldo Mandic y San Pío de Pietrelcina. Además se conmemoran los 50 años de la muerte del Padre San Pío de Pietrelcina y los 100 años de la aparición de sus estigmas.

El corazón de San Pío visita el “Corazón de América”

La visita de sus reliquias a nuestro país, del 10 al 18 de abril, tiene un significado especial porque recuerda el fenómeno místico de la transverberación experimentado por San Pío en 1918, donde sintió que su corazón fue traspasado por un dardo encendido que dejó una “herida de amor”, anterior a los estigmas.

El corazón del santo de los estigmas, que tiene tantos devotos en el Paraguay, llega por segunda vez al continente –y por primera vez a esta región- y visita capillas, catedrales, conventos, hospitales de Arquidiócesis de Asunción y de las Diócesis de San Lorenzo y Ciudad del Este. Este recorrido lleva por lema: “El Corazón de San Pío visita el corazón de América y quiere encontrarse contigo”.

Un poco de historia

En marzo de 2008 se realizó el reconocimiento canónico de los restos mortales de San Pío de Pietrelcina; fue motivo de gran alegría y conmoción encontrar que muchos de sus órganos estaban sin la descomposición natural correspondiente. Un milagro más que confirmaba la santidad del Padre Pío.

Uno de esos órganos incorruptos fue el miocardio, el músculo del corazón encargado de bombear sangre al cuerpo. Este fue apartado y venerado por primera vez el 21 de junio de 2009 cuando recibió la visita de Benedicto XVI en San Giovanni Rotondo (Italia).

Sentido de la veneración del corazón

Es interesante resaltar que el corazón de los santos está ligado al de su Señor y Salvador, es decir al corazón de Cristo, quien a su vez ha deseado que tanto el corazón de su Madre, la Virgen María, como el suyo fueran venerados por el pueblo cristiano, que así lo ha hecho desde hace siglos, recibiendo de ellos innumerables consuelos y gracias.

¿Pero qué importancia tiene el corazón en la salvación del hombre? ¿Por qué esta suerte de santa obsesión de Dios por el corazón humano?

Si no podemos responder a esta interrogante corremos el riesgo de hacer superficial y pasajero nuestro acercamiento físico al corazón de san Pío.

Tomémonos el desafío de capturar la esencia de nuestro comportamiento piadoso para que del mismo brote un fruto concreto y verdadero en nuestro día a día, en nuestras decisiones, en nuestro caminar.

Para ello, les proponemos recordar juntos lo que al respecto nos han escrito los últimos Papas, rescatar retazos de aquella maravillosa y lúcida interpretación de los secretos de Fátima por parte del entonces Cardenal Ratzinger, realizada por orden del Papa Juan Pablo II, en donde hace una profunda reflexión sobre la veneración del corazón.

Igualmente, veamos lo que en las Escrituras aparece sobre la importancia que le da Dios al corazón humano.

 

Centro del Amor

De la Carta de Benedicto XVI sobre el culto al Corazón de Jesús, dirigida al padre Kolvenbach, entonces Prepósito General de la Compañía de Jesús, extraemos:

“Las palabras del profeta Isaías: «Sacaréis agua con gozo de los hontanares de salvación», que dan inicio a la encíclica con la que Pío XII recordaba el primer centenario de la extensión a toda la Iglesia de la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús, no han perdido nada de su significado hoy. El costado traspasado del Redentor es el manantial al que debemos recurrir para alcanzar el verdadero conocimiento de Jesucristo y experimentar más a fondo su amor.

Este misterio del amor de Dios no constituye sólo el contenido de la devoción al Corazón de Jesús. Es, al mismo tiempo, el contenido de toda verdadera espiritualidad y devoción cristiana.

El significado más profundo de este culto al amor de Dios sólo se manifiesta cuando se considera más atentamente su contribución, no sólo al conocimiento, sino, sobre todo, a la experiencia personal de ese amor en la entrega confiada a su servicio.

La respuesta al mandamiento del amor se hace posible sólo con la experiencia de que este amor ya nos ha sido dado antes por Dios.

Esta apertura a la voluntad de Dios, sin embargo, debe renovarse en todo momento: «El amor nunca se da por concluido y completado»”.

Misterio del corazón

De la catequesis de San Juan Pablo II, papa, en la Audiencia General del 20 de junio de 1979, recordamos:

“La liturgia de la Iglesia se concentra, con una adoración y un amor especial, en torno al misterio del Corazón de Cristo, en el que con tanta sencillez y a la vez con profundidad y fuerza se ha revelado Dios. El corazón no es sólo un órgano que condiciona la vitalidad biológica del hombre. El corazón es un símbolo. Habla de todo el hombre interior. Habla de la interioridad espiritual del hombre.

En realidad así mira la Iglesia, así mira la humanidad. Y de hecho, en la transfixión de la lanza del soldado, todas las generaciones de cristianos han aprendido y aprenden a leer el misterio del Corazón del Hombre crucificado, que era el Hijo de Dios.

La “riqueza de Cristo” de la que habla el converso Pablo de Tarso es, al mismo tiempo, el “designio eterno de salvación” de Dios que el Espíritu Santo dirige al “hombre interior”, para que así “Cristo habite por la fe en nuestros corazones” (Ef 3, 16-17). Y cuando Cristo, con la fuerza del Espíritu, habite por la fe en nuestros corazones humanos, entonces estaremos en disposición “de comprender con nuestro espíritu humano” (es decir, precisamente con este “corazón”) “cuál es la anchura, la longura, la altura y la profundidad, y conocer la caridad de Cristo, que supera toda ciencia…” (Ef 3, 18-19).

El Corazón del Hombre-Dios no juzga a los corazones humanos. El Corazón llama. El Corazón “invita”. Para esto fue abierto con la lanza del soldado.

Cristo dice en la liturgia del viernes: “Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón” (Mt 11, 29). Quizá una sola vez el Señor Jesús nos ha llamado con sus palabras al propio corazón. Y ha puesto de relieve este único rasgo: “mansedumbre y humildad”. Como si quisiera decir que sólo por este camino quiere conquistar al hombre; que quiere ser el Rey de los corazones mediante “la mansedumbre y la humildad”. Todo el misterio de su reinado está expresado en estas palabras. La mansedumbre y la humildad encubren, en cierto sentido, toda la “riqueza” del Corazón del Redentor…”

“Fuente de la vida y de santidad”

De la catequesis de San Juan Pablo II, papa, en la Audiencia General del 8 de junio de 1994 extraemos:

“En el Corazón de Cristo, el amor de Dios salió al encuentro de la humanidad entera. Se trata de un mensaje que, en nuestros días, cobra una actualidad extraordinaria. En efecto, el hombre contemporáneo se encuentra a menudo trastornado, dividido, casi privado de un principio interior que genere unidad y armonía en su ser y en su obrar. Modelos de comportamiento bastante difundidos, por desgracia, exasperan su dimensión racional-tecnológica o, al contrario, su dimensión instintiva, mientras que el centro de la persona no es ni la pura razón, ni el puro instinto. El centro de la persona es lo que la Biblia llama «el corazón».

Al final del siglo XX, parece ya superada la incredulidad de corte iluminista, que dominó durante mucho tiempo. Las personas, experimentan una gran nostalgia de Dios, pero dan la impresión de haber perdido el camino del santuario interior en donde es preciso acoger su presencia: ese santuario es precisamente el corazón, donde la libertad y la inteligencia se encuentran con el amor del Padre que está en los cielos.

El Corazón de Cristo es la sede universal de la comunión con Dios Padre, es la sede del Espíritu Santo. Para conocer a Dios, es preciso conocer a Jesús y vivir en sintonía con su Corazón, amando, como él, a Dios y al prójimo.

Hoy, a la humanidad reducida a una sola dimensión o, incluso, tentada de ceder a formas de nihilismo, si no teórico por lo menos práctico, la devoción al Corazón de Jesús le ofrece una propuesta de auténtica y armoniosa plenitud en la perspectiva de la esperanza que no defrauda.

Hace más o menos un siglo, un conocido pensador denunció la muerte de Dios. Pues bien, precisamente del Corazón del Hijo de Dios, muerto en la cruz, ha brotado la fuente perenne de la vida que da esperanza a todo hombre. Del Corazón de Cristo crucificado nace la nueva humanidad, redimida del pecado. El hombre del año 2000 tiene necesidad del Corazón de Cristo para conocer a Dios y para conocerse a sí mismo; tiene necesidad de él para construir la civilización del amor.

 

Corazón, centro de la existencia humana

Del Comentario Teológico sobre el Tercer Secreto del entonces Cardenal Joseph Ratzinger, Prefecto de la Congregación de la Doctrina de la Fe, seleccionamos estas reflexiones:

“El criterio de verdad y de valor de una revelación privada es, pues, su orientación a Cristo mismo… debe tratarse de un apoyo para la fe, la esperanza y la caridad, que son el camino permanente de salvación para todos”

La religiosidad popular es la primera y fundamental forma de «inculturación» de la fe, que debe dejarse orientar y guiar continuamente por las indicaciones de la liturgia, pero que a su vez fecunda la fe a partir del corazón.

Viene así a la mente la frase de la Primera Carta de Pedro: «meta de vuestra fe es la salvación de las almas» (1,9). Para este objetivo se indica como camino la devoción al Corazón Inmaculado de María.

Para entender esto puede ser suficiente aquí una breve indicación.

«Corazón» significa, en el lenguaje de la Biblia, el centro de la existencia humana, la confluencia de razón, voluntad, temperamento y sensibilidad, en la cual la persona encuentra su unidad y su orientación interior. El «corazón inmaculado» es, según Mt 5,8, un corazón que a partir de Dios ha alcanzado una perfecta unidad interior y, por lo tanto, «ve a Dios».

La «devoción» al Corazón Inmaculado de María es, pues, un acercarse a esta actitud del corazón, en la cual el «fiat» —hágase tu voluntad— se convierte en el centro animador de toda la existencia.

La visión de la tercera parte del «secreto», tan angustiosa en su comienzo, se concluye pues con una imagen de esperanza: ningún sufrimiento es vano y, precisamente, una Iglesia sufriente, una Iglesia de mártires, se convierte en señal orientadora para la búsqueda de Dios por parte del hombre.

El maligno tiene poder en este mundo, lo vemos y lo experimentamos continuamente; él tiene poder porque nuestra libertad se deja alejar continuamente de Dios. Pero desde que Dios mismo tiene un corazón humano y de ese modo ha dirigido la libertad del hombre hacia el bien, hacia Dios, la libertad hacia el mal ya no tiene la última palabra. Desde aquel momento cobran todo su valor las palabras de Jesús: «Padeceréis tribulaciones en el mundo, pero tened confianza; yo he vencido al mundo» (Jn 16,33).

 

LECTURAS BÍBLICAS RELACIONADAS CON EL CORAZÓN

  • “Os daré un corazón nuevo, infundiré en vosotros un espíritu nuevo, quitaré de vuestra carne el corazón de piedra y os daré un corazón de carne”. (Ez 36,26)
  • “Si el Señor se enamoró de vosotros y os eligió, no fue por ser vosotros más numerosos que los demás, pues sois el pueblo más pequeño, sino que, por puro amor vuestro, por mantener el juramento que había hecho a vuestros padres, os sacó de Egipto con mano fuerte y os rescató de la esclavitud, del dominio del Faraón, rey de Egipto”. (Dt 7, 7-9)
  • “Circuncidad vuestro corazón, no endurezcáis vuestra cerviz; que el Señor, vuestro Dios, es Dios de dioses y Señor de señores, Dios grande, fuerte y terrible; no es parcial ni acepta soborno, hace justicia al huérfano y a la viuda, ama al forastero, dándole pan y vestido”. (Dt 10, 16-18)
  • “Exulta, cielo; alégrate, tierra; romped a cantar, montañas,

           porque el Señor consuela a su pueblo y se compadece de los desamparados.

  • Sión decía: «Me ha abandonado el Señor, mi dueño me ha olvidado».
  • ¿Es que puede una madre olvidarse de su criatura, no conmoverse por el hijo de sus entrañas? Pues, aunque ella se olvide, yo no te olvidaré”. (Is 49, 13-15)
  • “Así dice el Señor: «Halló gracia en el desierto el pueblo escapado de la espada; camina Israel a su descanso, el Señor se le apareció de lejos. Con amor eterno te amé, por eso prolongué mi misericordia”. (Jr 31, 2-3)
  • “Así dice el Señor:

«Cuando Israel era joven, lo amé,
desde Egipto llamé a mi hijo.

Yo enseñé a andar a Efraín,
lo alzaba en brazos;
y él no comprendía que yo lo curaba.

Con cuerdas humanas,
con correas de amor lo atraía;

era para ellos como el que levanta
el yugo de la cerviz,
me inclinaba y le daba de comer.

Se me revuelve el corazón,
se me conmueven las entrañas.

No cederé al ardor de mi cólera,
no volveré a destruir a Efraín;

que soy Dios, y no hombre;
santo en medio de ti,
y no enemigo a la puerta»”.
(Os 11, 1. 3-4. 8c-9)

 “El Señor es mi Dios y Salvador:
confiaré y no temeré,
porque mi fuerza y mi poder (Canto) es el Señor,
él fue mi salvación.
Y sacaréis aguas con gozo
de las fuentes de la salvación
”.  (Is 12, 2-3)