Evangelio de hoy

Lunes de la 26ª Semana del Tiempo Durante el Año

Evangelio según San Lucas 9, 46-50

“El que me recibe a mí, recibe a aquel que me envió”

A los discípulos de Jesús se les ocurrió preguntarse quién sería el más grande. Pero Jesús, conociendo sus pensamientos, tomó a un niño y acercándolo, les dijo: “El que recibe a este niño en mi Nombre, me recibe a mí, y el que me recibe a mí, recibe a aquel que me envió; porque el más pequeño de ustedes, ese es el más grande”. Juan, dirigiéndose a Jesús, le dijo: “Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu Nombre y tratamos de impedírselo, porque no es de los nuestros”. Pero Jesús le dijo: “No se lo impidan, porque el que no está contra ustedes, está con ustedes”. Palabra del Señor.

Meditación

 La humildad. San Jerónimo cuya fiesta celebraremos el día 30, escribía: “hoy vemos que los discípulos muestran signos desagradables de ambición. Están luchando entre ellos por puestos clave de poder e influencia. Jesús los reprende y les dice que la única manera de contrarrestar sus ambiciones personales y su arrogancia es la humildad”. Se sabía que el ejemplo supremo fue Cristo, “ya que estuvo dispuesto a morir una muerte espantosa por nosotros y a través de esta humildad, nos proporcionó la salvación” (San Agustín).

Si en ésta época de tensiones, conflictos y guerras, que producen miseria y pobreza esperáramos resolverlas por las vías del poder y la riqueza, estaríamos en la constante de la grandeza. Al contrario, la vía sinodal nos indica la bondad, mansedumbre y reconciliación que implican a Jesús y a la vida fraterna. Parece que nos hemos desviado de nuestros principios y valores, transitando la vía de la mundanidad. 

     Parece que unas juntas de financistas, calculan y deciden, el peso de los votos, mientras que la mayoría se ocupa de salvar el día a día para sus hijos y los jóvenes andan extraviados. Sepamos que entre los mendigos como Lázaro y los ricos indolentes existe un inmenso abismo.

¡Inclina el oído y escucha mis palabras!

Señor, escucha mi apelación, atiende a mis clamores, presta oído a mis súplicas, que en mis labios no hay engaño.