Asunción, 1 de enero 2022

Mensaje del Arzobispo Metropolitano por el Día Mundial de la Paz

  1. Mensaje del Papa Francisco para esta jornada mundial de la paz

El Papa Francisco nos invita a considerar en la Jornada Mundial para de la Paz 2022 este tema: “Diálogo entre generaciones, educación y trabajo: instrumentos para construir una paz duradera”.

Comienza con las palabras del Profeta Isaías: «¡Qué hermosos son sobre las montañas los pasos del mensajero que proclama la paz!» (Is 52,7). Así afirma diciéndonos: “En cada época, la paz es tanto un don de lo alto como el fruto de un compromiso compartido. Existe, en efecto, una “arquitectura” de la paz, en la que intervienen las distintas instituciones de la sociedad, y existe un “artesanado” de la paz que nos involucra a cada uno de nosotros personalmente”. Por eso, el Papa nos pide que todos colaboremos en la construcción de paz en el mundo, comenzando por uno mismo, y siguiendo con la red de relaciones familiares, ambientales e internacionales.

En el apartado sobre el “Diálogo entre generaciones para construir la paz”. Ese diálogo solo es posible cuando hay confianza. Entonces se convierte en escucha y en caminar juntos para ponerse de acuerdo. Así se está plantando la semilla de la paz duradera y compartida. Una política sana permite que los mayores que traen la historia del pasado compartan con los jóvenes quienes son portadores del futuro. Así lo afirma: “aprender de la historia y para sanar las heridas que a veces nos condicionan; frecuentar el futuro, para alimentar el entusiasmo, hacer germinar sueños, suscitar profecías, hacer florecer esperanzas”.

Después de estas consideraciones el Papa Francisco se adentra en el tema: “La instrucción y la educación como motores de la paz”. Son los “vectores de un desarrollo humano integral: hacen a la persona más libre y responsable, y son indispensables para la defensa y la promoción de la paz. En otras palabras, la instrucción y la educación son las bases de una sociedad cohesionada, civil, capaz de generar esperanza, riqueza y progreso”.

  1. Mensaje por el año del Laicado

Comparto con ustedes algunas orientaciones necesarias para el año del Laicado.

Como Pueblo de Dios, a partir de nuestro bautismo, Clero, consagrados y consagradas, fieles cristianos laicos asumamos este año del laicado en dos direcciones:

  • En el corazón de la Iglesia: Fratelli tutti

La Encíclica del Papa Francisco es más que actual para conocerla a fondo y aplicarla en nuestras comunidades. Coincide también con los temas del Sínodo de Obispos en caminar juntos: comunión, participación y misión. Una Iglesia sinodal se realiza en estos tres ámbitos eclesiales.

La Iglesia quiere dar mayor importancia a los agentes pastorales reconociéndolos con afecto y respeto, destacando la labor que realizan en la parroquia o en las instituciones educativas. Estamos en el proceso de “caminar juntos” en el servicio realizado a la evangelización. Creamos los Pastores lazos de amistad y de delicadeza con cada uno de ellos. Por su parte los fieles laicos enriquecen la comunidad cristiana con su colaboración, comprensión y afecto. Busquemos los Pastores superar el “clericalismo” con el viejo vicio de la falta de caridad. Animados que todos somos hermanos “Fratelli tutti” realicemos comunidades fraternas, vivas y animadas por la Palabra y la Eucaristía, dispuestas a vivir y a trabajar juntos por un país mejor.

Como sugerencia en este año del Laicado, en las celebraciones litúrgicas, en cada parroquia deben visualizarse los diversos grupos de laicos: familias, jóvenes, profesionales, las autoridades locales, trabajadores estatales y de empresas privadas… Así como lo hacemos en los novenarios y en las fiestas patronales. En estos encuentros, despertemos en todos, la amistad misionera y algunos valores propios de la doctrina social de la Iglesia… como propuestas o como realizaciones que están haciendo. Siempre con toda la fuerza afectiva que pide el Papa en “Fratelli tutti”.

Así también hagamos entre nuestros agentes de las pastorales catequística, educativa, litúrgica, social, sanitaria, penitenciaria, de comunicación, etc. Extendamos lazos de buenas relaciones afectivos y efectivas con grupos y Movimientos laicales con quienes, como fuerza eclesial, llevamos juntos la tarea de la evangelización, como “Pueblo de Dios”. Todos y cada uno, nutridos de la Palabra de Dios y de los sacramentos llevamos una misión en los ambientes en donde nos toca vivir y trabajar.

Como piden los Obispos en la Carta Pastoral por el año del Laicado, demos espacio y tiempo, para su formación integral. La Iglesia católica tiene un manantial de doctrina que aún está escondida para el Pueblo de Dios, incluidos el clero, los consagrados y los fieles laicos.

Para ello, tenemos dos fuentes de contenido doctrinal y pastoral: “El compendio de la Doctrina social de la Iglesia” (Ed. CEP). Y la versión juvenil del DOCAT, texto muy bueno, ilustrativo y sencillo, presentado como un catecismo de la doctrina social.

Hagamos una campaña formativa, poniendo al centro de nuestras pastorales, la doctrina social de la Iglesia. Debemos educar y enseñar capacitando a los fieles laicos en el argumento principal de su formación y acción social. Sabemos que es la síntesis del evangelio aplicado a las situaciones de la humanidad en su contexto histórico. La Palabra de Dios, ahora debe ser leída y puesta en práctica en el conocimiento, estudio y aplicación de sus pilares fundamentales: la dignidad de la persona humana y la construcción del bien común.

Es conveniente organizar cursos, encuentros, seminarios sobre sus distintos aspectos. Favorezcámosles el conocimiento de los principios evangélicos relacionados. La DSI tiene su atracción y es el secreto que falta, nos falta aún explorar en su conocimiento y orientaciones. No podemos pedir peras al olmo, como dice el refrán. No exijamos a los fieles laicos el compromiso de transformar la realidad tan dura de corrupción, en todos los niveles de la vida nacional, si no ellos mismos no poseen las herramientas conceptuales fundamentales para tal efecto.

  • Del corazón de la Iglesia a las realidades del mundo

Es tan necesario conocer mejor la realidad nacional bajo todos sus aspectos. Enumeremos los desafíos que se deben afrontar, priorizando aquellos más fundamentales (no siempre los más urgentes).

Estos conocimientos convirtámoslos en programas definidos, en acciones de combate a la pobreza, a la corrupción, a la impunidad, a la indiferencia, a la violencia y a la inseguridad, pero también al narcotráfico, al contrabando y a todo lo que esclaviza la persona humana y las familias.

Mediante un camino pedagógico definamos quiénes son los sujetos o agentes pastorales en el sentido más amplio, dónde y cuándo se desarrollan el alcance de estos objetivos con actividades adecuadas, y cómo realizar el control y la evaluación de metas propuestas.

A estos desafíos, siguiendo los principios de la doctrina social de la Iglesia, en el discernimiento comunitario (de parroquia, de movimientos laicales, de centros educativos) asumámoslos con objetivos realizables y posibles de alcanzar a corto, mediano y largo plazo. De este modo logramos programas pastorales que gradualmente los fieles laicos logran protagonismo en su ejecución y evaluación.

Un tema muy importante, hoy día, es la educación afectivo-sexual. Un equipo interdisciplinar ha elaborado un material muy propositivo. Se trata de superar el lenguaje de rechazo a los principios de vida, sexualidad humana y familia, y de proponer orientaciones y directivas de valores humanos y cristianos como se encuentra en el texto “¿Se puede educar el corazón?”

Este es el tiempo en que todos debemos dedicar tiempo y espacio a la formación de los laicos. Estamos seguros que el Espíritu Santo y la protección maternal de María Santísima suscitará iniciativas coherentes para lograr que los laicos sean portadores del evangelio en nuestra realidad nacional.

En el Seminario Metropolitano todas las pastorales deberán abocarse para ofrecer encuentros formativos en doctrina social de la Iglesia. Implica una gran inversión de medios, de tiempo y de personas para lograr un ambicioso y evangélico objetivo.

Trabajemos en redes con la Universidad Católica y con el Instituto de Formación Permanente pidiéndoles que realicen cursos y diplomados en Doctrina social de la Iglesia. Sin duda habrá muchos profesionales interesados en tener un diplomado más para su carrera, pero que sean comprometidos en difundir los conocimientos adquiridos en hábitos y valores según lo aprendido.

Desde la Vicaría de Pastoral sugerimos que se cree un equipo de laicos competentes que organicen las diversas iniciativas de formación en la doctrina social de la Iglesia, acompañando el proceso sinodal. Qué bueno será que, como en los años anteriores, se realicen en las parroquias y a nivel arquidiocesano un proceso formativo que concluya con un congreso significativo y con propuestas operativas de los propios fieles cristianos laicos.

 

  1. Demos continuidad a la pastoral arquidiocesana

Como hemos visto la pastoral ofrece sus variados frutos para la Iglesia y para la sociedad. Enumero solo algunos de las pastorales que exigen continuidad.

La Catequesis de IVC, La pastoral sacerdotal y las vocaciones, La Pastoral social, La economía solidaria, La prevención de abusos de menores, La formación en ¿Se puede educar el corazón? El proyecto de escuelas y colegios parroquiales, el trabajar en redes con instituciones y organismos.

Este es el tiempo en que los Pastores debemos convertirnos en formadores de los laicos. Estamos seguros que el Espíritu Santo y la protección maternal de María Santísima suscitará iniciativas coherentes para lograr que los laicos sean portadores del evangelio en nuestra realidad nacional. Con ellos, con los dirigentes de movimientos laicales, con los profesionales, con los docentes y directivos de centros educativos, habrá que programar un diseño formativo de corto y mediano alcance, que abrace los varios sectores de la vida de los fieles laicos en la zona parroquial.

Como “Pueblo de Dios”, cada uno de los bautizados en su vocación y misión, sepamos trabajar en redes: la jerarquía, los consagrados y los fieles laicos. Cada cual construye la Iglesia, desde su específica vocación y misión. Y la Iglesia no vive para sí, no es autorreferencial, sino vive para el mundo, para nuestra sociedad que necesita de la verdad del evangelio, en expresiones de caridad, libertad, solidaridad, paz y amor.

Es bueno agradecer que la Iglesia evangeliza hoy mediante su Doctrina social. Es pues, nuestra oportunidad y nuestro deber ponernos al servicio de la formación de nuestros hermanas y hermanos, fieles laicos cristianos.

Sigamos potenciando todas las iniciativas que la Arquidiócesis fue asumiendo en los años anteriores.

Soñamos con tiempos nuevos y con mayor impulso de “caminar juntos” como se nos sugiere en el proceso diocesano del Sínodo de Obispos.

Bajo el amparo de María Santísima nos acogemos y le rogamos que nos proteja de todo mal, fortaleciendo en nosotros que seamos discípulos misioneros de Jesucristo.

                              + Edmundo Valenzuela, sdb

                              Arzobispo metropolitano de la Santísima Asunción