Evangelio de hoy

San Pedro Crisólogo, obispo y doctor de la Iglesia. (ML).

Sábado de la 17ª Semana del Tiempo Durante el Año

“Ha resucitado de entre los muertos”

Evangelio según San Mateo  14, 1-12

La fama de Jesús llegó a oídos del tetrarca Herodes, y él dijo a sus allegados: “Éste es Juan el Bautista; ha resucitado de entre los muertos, y por eso se manifiestan en él poderes milagrosos”. Herodes, en efecto, había hecho arrestar, encadenar y encarcelar a Juan, a causa de Herodías, la mujer de su hermano Felipe, porque Juan le decía: “No te es lícito tenerla”. Herodes quería matarlo, pero tenía miedo del pueblo, que consideraba a Juan un profeta. El día en que Herodes festejaba su cumpleaños, su hija, también llamada Herodías, bailó en público, y le agradó tanto a Herodes que prometió bajo juramento darle lo que pidiera. Instigada por su madre, ella dijo: “Tráeme aquí sobre una bandeja la cabeza de Juan el Bautista”. El rey se entristeció, pero a causa de su juramento y por los convidados, ordenó que se la dieran y mandó decapitar a Juan en la cárcel. Su cabeza fue llevada sobre una bandeja y entregada a la joven, y ésta la presentó a su madre. Los discípulos de Juan recogieron el cadáver, lo sepultaron y después fueron a informar a Jesús. Palabra del Señor.

Meditación

    El agua vale más que el oro. Llama la atención el lema sobre el valor del agua que trasciende al del oro en la ecología. Se podría pensar en el oro blanco, el algodón de cierta época. Más aún, el agua bautismal vale más que todo el oro del mundo. Un valor inestimable. San Ambrosio nos indica el camino para llegar a la patria celestial, a vivir con el riesgo evangélico, con intrepidez.

    “Adentrémonos por este camino, mantengamos la verdad, vayamos tras la vida. Es camino que conduce, verdad que confirma, vida que se entrega. Y para que conozcamos sus verdaderos planes, al final del discurso añade: Padre, éste es mi deseo: que los que me confiaste estén conmigo, donde yo estoy y contemplen mi gloria. Padre: esta repetición es confirmatoria, lo mismo que aquello: ¡Abrahán, Abrahán! (quien suplicaba a Lázaro)”.

    El mismo santo nos anima a poner en el centro la oración del padrenuestro a ejemplo de Jesús quien “primero prometer y luego pide, y no a la inversa. Tal es un prometer como árbitro del don, consciente de su propio poder; pide al Padre como intérprete de la piedad. Prometió primero, (como el ángel a la Virgen María) para que conozcas su poder. Ni consideres superfluo que pidiera, pues de esta manera te expresa su comunión con la voluntad del Padre, lo cual es una prueba de unidad, no un aumento de poder”.

¡En el día de la gracia, escúchame, Señor!

Arráncame del cieno, que no me hunda;

líbrame de los que me aborrecen,

y de las aguas sin fondo.

Que no me arrastre la corriente,

que no me trague el torbellino.