V domingo de cuaresma

29 de marzo del 2020

Queridos hermanos y hermanas

Acabamos de hacer la Procesión Eucarística en nuestras parroquias y hemos llevado el Santísimo Sacramento como bendición por la Capital y por el Departamento central. Cuánta fe ha despertado la visita de Jesús Eucarístico en nuestros hogares, barrios y ciudades. Es la vida de Dios que se derrama como bendición sobre los enfermos, sus familiares, sobre los hospitales, las cárceles, los centros poblacionales. Este domingo es el domingo de la vida y de la resurrección. En esta santa Misa, venimos humildemente a pedir por esa vida para todos. Les invito a meditar las lecturas que fueron proclamadas para nosotros.

La primera lectura del Profeta Exequiel, nos habla de la muerte en los sepulcros, la vida en el espíritu. Es uno de los textos más famosos del profeta del destierro en este caso, que con una parábola explica lo que significa esa visión del valle de los huesos. Es la visión que experimenta el profeta para hablar a los desterrados en Babilonia que se sienten muertos, en un valle de huesos donde han caído los peregrinos. La mano del Señor, y el Espíritu le llevó a contemplar… y después le impulsó a explicar lo que Dios, por el Espíritu, debería hacer: dar vida a esos huesos que representan a un pueblo “muerto”, desterrado, en el sepulcro.

El tema de la muerte siempre ha estado rondando en todas las situaciones humanas y en todas las religiones. Y de estas palabras de Ezequiel podemos colegir… algo importante; la vida está en el Espíritu.

Es tan importante pensar también en nuestra realidad. Nos hemos encontrado enfermos, desesperados, desilusionados, hundidos en el sin sentido vertiginoso de una vida materialista, consumista, sin ninguna referencia a Dios. Este tiempo es el tiempo del Espíritu. Volver a la interioridad, a la espiritualidad, volver al Dios misericordioso. Pero, también, y nos enseñan más que nunca el cuerpo del personal sanitario, médicos, enfermeros, auxiliares, que existe la solidaridad y la conciencia profesional de salvar vidas. Se habla de la vida a defender. Por eso, nos quedamos en casa, para evitar la propagación del virus. Somos solidarios en defendernos todos, como dijo el Papa, que estamos en la misma barca común.

En este domingo el Evangelio nos introduce en el misterio de la muerte. No es tanto la resurrección de Lázaro lo que interesa, sino la persona de Jesús en quien está la vida y la fuente de la vida. De esa vida que interesa a todos, más aún, en estos tiempos de calamidad sanitaria, como la peste funesta que nos está invadiendo silenciosamente…la vida que es salud física, psíquica y espiritual. Sólo la persona de Jesús puede darnos esa vida tan buscada. Jesús sigue viviendo presente en nuestra historia, aunque muchas veces no seamos capaces de experimentarlo por nuestra situación de pecadores.

Nos encontramos con la enseñanza poderosa sobre la muerte y la resurrección de Jesús que se prolonga en los cristianos, en la Iglesia. La vuelta a la vida de Lázaro es simplemente una reviviscencia, pero es una oportunidad para que el Evangelista Juan ahonde en lo que Jesús significa para la fe cristiana y concretamente ante el misterio de la muerte.

El evangelio presenta tres temas: a) la situación de Lázaro enfermo y la preocupación para que no muera; b) La doctrina sobre la resurrección; c) los judíos y fariseos que no logran dar esperanza a las hermanas de Lázaro; d) La conversación de Marta con Jesús y la declaración de fe en Él, que es la resurrección y la vida; e) la Palabra potente y eficaz de Jesús que ordena a Lázaro de salir del sepulcro.

El motivo central del evangelio es la resurrección de Jesús, empleando como símbolo la muerte de Lázaro y su reviviscencia por la Palabra poderosa de Jesús.

Lo primero que subraya el evangelio es que si Lázaro está enfermo es “para mostrar la gloria de Dios” (v.4) Lo mismo se nos decía en la curación del ciego de nacimiento: “para que se manifiesten las obras de Dios” (Jn 9,3). Estas dos narraciones son bastante semejantes. Las dos expresan el don de Dios: la luz y la vida. Al enfrentarse Jesús con las tinieblas del pecado, él es la Luz verdadera. La luz del ciego es signo de otra luz: la fe. El que regala la vida a Lázaro no es más que el signo de la otra vida, la del que cree que Dios dará a todos, la vida a partir de la resurrección salvadora de su Hijo.

Los aspectos humanos del relato son: Lázaro está enfermo. Es hermano de dos mujeres amigas de Jesús que representados dos motivaciones: Marta y la búsqueda impetuosa de la resurrección según los judíos; y María que se postra a los pies de Jesús esperando de Él una decisión, no sabiendo cómo y cuándo será eso de la resurrección. Jesús se entera de que está enfermo su amigo, no se mueve, sino que retarda para que dé tiempo, precisamente, a que muera.

Es que Jesús quiere mostrar cómo es la muerte física. Jesús se enfrenta con la muerte tal como es, y tal como consideran los hombres: una tragedia. La muerte en sus sentidos: muerte física, que no le preocupa a Jesús y por eso retrasa su llegada, ya que la muerte viene a ser el encuentro profundo con el Dios de los vivos. Jesús se enfrenta con la muerte como misterio, de la que Jesús libera, y en esto se centra el relato en su enseñanza para nosotros.

De este modo el evangelista nos introduce en el misterio de la muerte de Jesús.  Hay quienes confían y otros no en Jesús. Los judíos que no creen en Jesús, están buscando una ocasión para darle muerte. Las hermanas son las que confían en Él. Ellas aceptan que habrá resurrección al final de los tiempos, como buenas judías, pero no entendían el sentido. Ni así la muerte tendría un sentido.

¿Por qué hace Jesús el milagro? Para que los hombres crean. Es hacer entender que la muerte sin esperanza es una muerte que nace del alejamiento de Dios. Los judíos (no creyentes) no han podido encontrar en Dios toda la fuerza de la vida y que solamente se puede encontrar en la fe en la persona de Jesús. No han logrado esperanzar a las hermanas de Lázaro. Viniendo Jesús al territorio judío se expresa que entra en la esfera de la muerte de los hombres, de los que no tienen esperanza, de los que no ponen en Dios todo, la esfera de la religión simplemente sin Dios, es la esfera de los egoísmos y las miopías. Jesús sabe que pronto va a llegar su muerte en ese territorio de los judíos, pero no le importa.

El Señor no abandona a los que están muertos en razón de la ley humana, aunque estén cuatro días en la tumba. Ningún hombre está perdido para el Señor. Jesús con su Palabra potente y eficaz, grita a Lázaro y este sale con los pies y las manos atadas (Jn 11,43). La voz de Dios es algo que se oye dentro del ser, del corazón y uno se conmueve. Es la voz que resucita.

Se dice que sale de la tumba y sin embargo está atado de pies y manos. Luego se les dice que lo desaten. Hay distinción entre lo que Jesús hace y lo que hacen los hombres. El que da la vida es el Señor, y entonces Lázaro revive. Luego se manda que se le desate. En Lázaro está representada la muerte de los hombres a todos los efectos. Lázaro era un buen judío, pero desde los planteamientos de su religión no se le puede dar vida.

La resurrección de Lázaro solo tiene sentido desde la misma resurrección de Jesús. Así lo presenta el evangelista. Se está preparando la muerte de Jesús por parte de los fariseos. Tienen ya el juicio sobre la muerte de Jesús. Muchos se han convertido. Y esto hace temblar a los responsables de la religión. Deciden darle muerte, cosa que ha sido preparado en todo el evangelio. Por eso, este relato es el simbolismo mismo de lo que va a suceder con el Jesús hombre; que Dios no lo abandonará a la muerte, sino que lo resucitará. Detrás de la muerte de Jesús se encuentra la definitiva vida de Dios.

Y esta vida de Jesús que se comunicará a todos los que creen es la que se simboliza en todo el relato. Jesús hace donación de la vida que él anuncia: “Yo soy la resurrección y la vida” (11,25). El milagro es un signo de la vida de Jesús, y no se trata de una anticipación de la resurrección corporal, que Lázaro debe morir de nuevo. No se trata, pues, de una resurrección, como en Jesús, sino de una reviviscencia, supone una vuelta de nuevo a este mundo, y en este mundo necesariamente se ha de morir.

En Jesús sí, se trata de una resurrección, ya que supone una transformación total del ser corporal humano. El milagro de la reviviscencia de Lázaro es el símbolo de la vida que Jesús adquiere en su resurrección y que anticipa a los hombres de este mundo mediante la fe, aunque sea una pizca.

Debemos llegar a la grandeza teológica y espiritual del texto. Este milagro último corona la serie de representaciones por los signos de la obra de Jesús. Por una parte, prepara la muerte de Jesús por los judíos. Jesús ya puede ir a la muerte física que no es un obstáculo para la vida eterna. Se prepara a los fieles que la muerte física no puede destruir al hombre. Que la Cruz (donde va a morir Jesús) viene a ser el comienzo de la vida, por la acción verdaderamente resucitadora de Dios.

Hermanos y hermanas

Esta meditación sobre la palabra de Dios nos invita a sacar algunas conclusiones para nuestra vida:

  1. La situación de enfermedad y de muerte son expresiones de la naturaleza que necesariamente debe acontecer. Es por eso, ante la enfermedad y la muerte, sólo quienes no creen en el Señor de la vida, entran en pánico. Para ellos, la vida no tiene sentido… sólo piensan en la dimensión física de esta vida. Prácticamente no tienen fe. Eso es el primer mensaje: no tener miedo.
  2. La enfermedad y la muerte se caracteriza por una fuerza importante para la vida. Debe ser una vida de fe, pues, ante el dolor y la angustia no sólo valen medios humanos y medicinales, que son importantes, sino sobre todo la fe, pues ayuda al enfermo a identificarse con la pasión y muerte de Jesucristo, la fuente de la vida verdadera. El valor del sufrimiento vivido con fe, purifica de los propios pecados e identifica al enfermo con Cristo sufriente, ya que la enfermedad o la muerte se los ve a la luz de Jesucristo, de la Cruz del Señor.
  3. Qué importante es saber que la vida eterna comienza ya aquí con una vida llena de sentido, cargada de fe. Por eso, valoramos el trabajo de miles del personal sanitario, médicos, enfermeros, auxiliares que custodian la vida. Valoramos la protección de las fuerzas policiales y militares. Valoramos el trabajo de quienes siguen sosteniendo la vida humana, porque nosotros, desde nuestra fe en Jesucristo, sabemos que todo contribuye a la dignidad de la persona humana, imagen de Dios, y salvada por la muerte y resurrección del Señor. Por todos ellos estamos constantemente rezando.
  4. Por último, cada uno se enfrenta con el tema del dolor, de la enfermedad y de la muerte. Es aquí donde la fe da el sentido global a la vida humana que está abierta al futuro, a la vida eterna. Por eso, depende de la decisión personal el creer o no creer en que Jesús es la vida y la resurrección. Los que creemos, celebramos su muerte y resurrección en cada sacramento, en especial, en la Eucaristía, gran signo de su presencia real en medio nuestro.

Sigamos, hermanos, unidos en la misma barca, remando juntos, desde la fe en Jesucristo, vencedor del pecado y de la muerte. Miremos siempre a María Nuestra Madre, la que creyó más allá del sufrimiento a los pies de la cruz de su Hijo. Ella fortalezca nuestra fe y nos llene de esperanza.

+ Mons. Edmundo Valenzuela Mellid, Arzobispo de la Santísima Asunción.