Evangelio de hoy

VIERNES DESPUÉS DE CENIZA

Evangelio según San Mateo 9, 14-15 

“El esposo les será quitado, y entonces ayunarán”

Se acercaron a Jesús los discípulos de Juan Bautista y le dijeron: “¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos mucho mientras que tus discípulos no ayunan?”. Jesús les respondió: “¿Acaso los amigos del esposo pueden estar tristes mientras el esposo está con ellos? Llegará el momento en que el esposo les será quitado, y entonces ayunarán”. Palabra del Señor.

Meditación

    Más sobre el ayuno. No es fácil ayunar sin fe y caridad, y en este tiempo de secularización. “La penitencia es estimada, puesto que está estrechamente unida ya sea con el íntimo sentido religioso como en los pueblos más antiguos, ya sea con las expresiones más elaboradas de las grandes religiones vinculadas con el progreso de la cultura… La obra penitencial externa va acompañada de una actitud interior de conversión; es decir, de reprobación y alejamiento del pecado y de acercamiento a Dios… Se ayuna para volver el rostro hacia el Señor, para prepararse el encuentro con Dios: se ayuna para Dios, no para sí mismos”. Como encontramos en la Escritura: Desgarren su corazón y no sus vestidos, vuelvan al Señor, su Dios”.

     “No falta una toma de conciencia colectiva del pecado, sino que manifiestan también la condición de pertenencia al pueblo de Dios. La penitencia es objeto de un precepto especial de la revelación divina, que adopta en Cristo y en la Iglesia dimensiones nuevas, infinitamente más vastas y profundas.

     Podemos pensar que “Al reino de Cristo se puede llegar solamente por la metánoia (conversión en occidente y penitencia en oriente); es decir, por esa íntima y total transformación y renovación de todo el hombre, de todos sus sentidos, juzgar y disponer, que se lleva a cabo en él a la luz de la santidad y caridad de Dios… Cristo es el modelo supremo; quiso padecer la pena por pecados que no eran suyos” (Constitución ap. Pænitémini de San Pablo VI).

     Con el ayuno, la limosna y la oración aprovechamos un “tiempo de crecimiento personal y de compromiso, por implicarnos aún más en la Iglesia y con la que queremos seguir contagiándola, de amor compasivo.

¡Un corazón quebrantado y humillado, Señor, tú no lo desprecias!

Misericordia, Dios mío, por tu bondad,
por tu inmensa compasión borra mi culpa;
lava del todo mi delito,
limpia mi pecado. R/.